ANA IRIBAR, LIBERTAD DIGITAL 27/01/13
· Queridos amigos:
Tengo que empezar dándoos las gracias a todos de corazón por hacer posible que nos podamos encontrar cada año para rendir homenaje a Gregorio Ordóñez, desde el cariño y la emoción. Quiero dar las gracias muy especialmente a todos los que creéis además en el proyecto de la fundación Gregorio Ordóñez, a quienes habéis trabajado para hacer realidad del archivo documental que hoy por fin os podemos presentar; a todos los que de manera altruista colaboráis con toda vuestra profesionalidad y lo que más me emociona, desde el corazón: a Carmen Santos, a Álvaro González del Castillo, a Olivia Bandrés, a Chelo Aparicio, a José María Alemán, al grupo suburbano, a Iñaki Arteta y por supuesto a mi fiel colaborador Pedro Altuna.
La escritora Julia Escobar me regalaba y dedicaba una novela suya, el pasado jueves. Su título me sorprendió: Nadie dijo que fuera fácil; inmediatamente pensé que efectivamente, nadie nos dijo a ninguno de nosotros que fuera fácil llegar hasta aquí y ahora sobrevivir 18 años a la ausencia de Gregorio Ordóñez.
Hoy quiero compartir con todos vosotros un hallazgo inesperado con el que me he tropezado precisamente en este aniversario, 18 años después, y que me ha conmovido profundamente. Son dos los hombres que sin duda dan sentido a mi vida. Dos hombres a los que se les permitió compartir tan solo un año de sus vidas. Un sólo año que sin embargo ha sido suficiente para que un hijo pueda hoy presentarnos con orgullo y emoción, a su padre. Este es el acontecimiento, para mí es casi un milagro, que quiero celebrar hoy con vosotros.
¿Cómo es posible vivir con la ausencia permanente del padre y quererlo tanto? Y admirarlo. ¿Cómo es posible que se pueda crear un vínculo tan profundo en tan poco tiempo? Creo que en el caso de estos dos hombres formidables, excepcionales, es fácil de entender. Quienes compartimos parte de nuestra vida con Gregorio Ordóñez sabemos que nos bastaba un minuto de su tiempo, un instante, una sonrisa, un apretón de sus manos para recibirlo todo de él; su entusiasmo, su alegría, su pasión por la vida, su generosidad desbordante, su permanente deseo de satisfacer, ayudar, acompañar. Todo eso nos lo regalaba Goyo en un solo instante. ¡Imaginen lo que pudo dar en todo un año!
Todo esto y mucho más. Gregorio no se detuvo aquí: pudo haber llevado una vida cómoda y tranquila, pero toda su generosidad, su sentido de la responsabilidad, su honestidad, sus principios, su extraordinaria capacidad de trabajo, los puso al servicio de todos nosotros, de sus conciudadanos, de su comunidad, de un partido, de su país. Hasta que un disparo cobarde acaba con él.
Quienes más hemos recibido de él, más fuerte hemos sentido la necesidad de conservar su esencia. Conservar su memoria. Nos pusimos a trabajar hace años, con mucho esfuerzo y todo nuestro entusiasmo en el archivo documental que hoy os presentamos. Aquí vais a encontrar al Goyo que compartió tantas horas con María. Al adversario político de Maite. Al joven impulsivo que conoció Miguel Ángel en Madrid. Al político honrado que sorprendía a Santiago. Al líder que apenas tuvo tiempo de conocer Santiago Abascal.
Pero no se trata sólo de conservar la memoria de Gregorio Ordóñezcomo si fuera una cinta de película enlatada con la que sentarnos a pasar alguna tarde de domingo. Hoy, 18 años después de su cobarde asesinato, he descubierto lo que realmente significa recuperar a Gregorio. No es un simple ejercicio de melancolía. Recuperar a Gregorio no es la búsqueda de consuelo en palabras ya pronunciadas, o un intento de reprimir la rabia, la ira que nos ha quemado por dentro. Es mucho más que todo eso, especialmente para las nuevas generaciones. Los que hoy nos hemos hecho mayores de edad, hemos comprendido que recuperar a Gregorio es precisamente superar la melancolía, la rabia, el dolor que nos produce su propia ausencia. Recuperar a Gregorio es recuperar su fuerza, su ilusión, su discurso claro y honesto entre tanta tibiezapara construir un futuro de dignidad para toda la sociedad. Es recuperar su inocencia y la de todas las víctimas del terrorismo como razón primera frente a la responsabilidad asesina de los terroristas y de sus cómplices. Es señalar a los culpables de tantos años de sufrimiento para una parte de la sociedad, la no nacionalista, mientras la mayoría miraba hacia otro lado. Señalar a los ideólogos del terror. A los que, habiendo ETA eliminado a su adversario político, hoy ocupan el sillón del poder. Es en definitiva, devolver el significado primero a nuestra democracia de Justicia y exigir responsabilidades en los 326 casos de asesinatos de ETA sin resolver.
Sobrevivir ¿cómo qué? se pregunta el juez que preside la sala que en 1948 juzga a cuatro jueces del Tercer Reich en la película El juicio de Nüremberg. Vencedores o vencidos, de Stanley Kramer; sobrevivir ¿cómo qué? Es la pregunta que debemos hacernos aquí y ahora; ¿sobrevivir a todos estos años, a toda la tragedia que hemos compartido, mirando una vez más, hacia otro lado? ¿Aceptando además la derrota a la que nos quieren condenar los que nos gobiernan y los que consideran más importante «recuperar» para esta absurda democracia, a los cómplices de ETA? ¿Ser además humillados en un escenario inventado por los propios criminales de un conflicto sempiterno? Ni hablar.
¿Cómo podremos mirar a los ojos de tantos huérfanos como ha dejado el terrorismo de ETA en este país? ¿Cómo responder a la deuda que tenemos con todas las víctimas del terrorismo de ETA en este país? ¿Cómo explicar a las nuevas generaciones la importancia del discurso de Gregorio Ordóñez? ¿El significado mismo de su asesinato? Sólo hay una manera de hacerlo, sólo he encontrado una manera digna de hacerlo. Con las mismas tres palabras que pronuncia el juez Dan Haywood en el juicio de Nüremberg: Justicia, verdad y respeto al ser humano.
Muchas gracias a todos.
ANA IRIBAR, LIBERTAD DIGITAL 27/01/13