- Ni políticos ni medios ni tertulianos. Todos continúan con su mantra como si no hubiera pasado nada. Pero ha pasado
Descorazona que estemos en manos de mediocres, incapaces de reconocer sus errores o de quitarse las orejeras del sectarismo. Todo queda en repetir consignas como si fuésemos imbéciles, a ver si así consiguen que lo blanco pase a ser negro. Pero la realidad es la que es, y en el caso de Castilla y León es simple: Sánchez y Yolanda se la pegan – más la última -, Ciudadanos se ha ido a hacer puñetas demostrando que Inés es el cáncer de lo que fue un proyecto liberal, el PP gana, pero no como lo haría con Ayuso al frente y VOX sube a expensas de los que están hartos.
Añadamos otro elemento: todo el mundo, incluido el PP, califica a VOX como extrema derecha. En los medios no se escucha otra cosa. Que si Mañueco no puede gobernar con la extrema derecha, que si la extrema derecha no puede entrar en un gobierno, que si la extrema derecha es una amenaza para la democracia. Nunca he visto el mismo énfasis en calificar a Podemos de comunista, de extrema izquierda o de bolivariano. Tampoco lo veo cuando se trata de calificar a Bildu como etarra, a Sánchez de cómplice de esta por pactar con ellos o por hacerse fotitos con Otegui. Menos todavía encuentro a quien diga que Junts es extrema derecha racista y que quienes pactan con este partido – Rufián, tome nota, pollo – tienen como mínimo la misma calaña que ellos al apoyarse en esa ideología de la que tanto dicen abominar. Y aclaro: VOX dice que la inmigración ilegal que delinque debe ser expulsada, ay, que xenófobos, aunque eso sea legal e incluso lógico y beneficioso para el país; Puigdemont, en cambio, dice que los españoles son poco menos que unos deshechos humanos, Torra que tienen un fallo en el ADN y Borrás hace ascos a lo español y se niega a hablarlo, ah, pero estos son buenos, son puros, son demócratas. Tócate los pelendengues, María Morena. VOX defiende la Constitución, la Corona, la separación de poderes; Puigdemont todo lo contrario. Pero, insistimos, nadie les llama de extrema derecha. Ni a Esquerra, sus socios.
Todo tiene su explicación. Inmersos en su ciénaga de tópicos, que no de ideas, políticos y periodistas se retroalimentan en el comentario sesgado y machacón. De ahí que Mañueco diga que va a explorar todas las posibilidades. Dígame, ¿cuáles? Porque a mí solo me sale que o gobierna con VOX o con PSOE, con todas las gradaciones que usted quiera, bien sea en coalición gubernamental, con pacto de legislatura, con pactos puntuales o con una Ouija. Pero no hay más. Y los de Sánchez ya han dicho que, cuidado, no se abstendrán en la investidura para que usted salga elegido.
Algunos en Génova sostienen que no se entendería que PP y VOX estuvieran sentados juntos en un mismo gobierno. Ah, caramba. ¿Se entendería más que estuviesen con los socialistas? ¿Es Castilla y León el preámbulo de esa coalición entre los dos grandes partidos tradicionales que parecía anticiparse con los acuerdos en el desbloqueo de algunas instituciones? Sea como sea, lo normal sería sentarse con los de Abascal y explorar cómo y de qué manera se pueden entender. Pero no. VOX es extrema derecha, aunque el PSOE no sea extrema izquierda ni amigo de terroristas y golpistas. Que hay que ser centro puro, aunque tal cosa no haya existido jamás, y evitar que se enfade la señora Botín.
Me temo que ni Teodoro ni Casado han aprendido nada en estas elecciones. Mientras, resuenan todavía las palabras de Ayuso: con VOX me entiendo muy bien. La presidenta aprendió que hay dos orillas y en cuál debe estar alguien que respete la democracia.