Narciso no quiere a los chicos de la prensa. Narciso habla con Europa, o hace que habla con Europa, y su mendigar lo que nos corresponde como españoles se convierte en el más clamoroso silencio.
Sánchez, después de los telediarios monopolizados, después de su luto que ni siente ni padece, después de esa comparecencia en fin de semana que cambiábamos por una película de Alan Ladd, después de todo eso, Sánchez ha acabado por no explicar por qué España es irrelevante en Europa. Cabreando a los corresponsales y hasta a un señor con cejas de la patronal.
En verdad, Europa va más de culo que San Patrás, tan irrelevante y tan burócrata, cuando lo que se necesita en Europa es un plan Marshall para que los holandeses -nótese aquí el gentilicio, la redundancia y mi mala baba redundante- tengan buenas carreteras en julio para bajarse/subirse en autocaravana al Alpe D’Huez a beber cerveza recalentada en el Tour.
Digo que de todo esto de Europa como fracaso -y de España como apéndice bolivariano- nada ha dicho Sánchez, doctorado en hierbas de la diplomacia (sic) y perito en silencios. Los chicos de la prensa se le cabrean, claro, porque hay mucho sacrificio en entender la política comunitaria en su complejidad, en vivir en Bruselas, y en ver que hay aquí un Gobierno gaseoso y nini que ni atiende a razones ni dice ‘miau’.
A Sánchez hay que verle el mentón apretado. En la foto que nos desliza Moncloa, aparece muy prieto de músculos ante el fogonazo del fotógrafo. Como haciendo que hace…
En los primeros tiempos de Narciso Sánchez Pérez-Castejón, cuando aún no sabíamos que íbamos a darle un réquiem laico a muertos que no llegan ni a triste cifra sin nombre, Sánchez se dijo europeísta convencido… como quien se dice nómada, armao de La Macarena o penitente del Cautivo. Una cumbre de la UE no cabe en un tuit, pero Sánchez no es Fernando Morán, y eso hay que asumirlo y mentalizarlo en la estupidez de la «nueva normalidad».
Desde la europeización de España -eso que le contaba Ortega a las marquesas en el rellano- a esto de esconderse de los corresponsales, entendemos que con gente como Sánchez el proyecto europeo, para los europeos soleados del Viejo Mar Romano, no avance.
Sánchez sabe que Europa es la solución así como de oídas. Porque Sánchez teme más a un corresponsal que a un dolor de muelas o a una alopecia sobrevenida. Sánchez no le dice nada a los corresponsales europeos y Sánchez, con su ‘espantá’, va diciendo mucho de sí mismo, de su continente y de su contenido.
A Narciso que huye…