DAVID GISTAU-EL MUNDO
EN BARCELONA, donde tantas veces se atonta al personal inoculándole el Imagine, las narices comenzaron a interponerse en las trayectorias inocentes de los puños. Siempre hemos acogido con verdadero alivio el hecho de que el ultrana- cionalismo catalán no haya derivado a una violencia pistolera como aquella donde las nucas se interponían en la trayectoria de las balas y el asesinato adquiría, para favorecer la desmovilización de las conciencias, un aire accidental, como de impacto por caída de un tiesto.
Pero, sin que se mitigue semejante alivio, no deja de resultar interesante observar cómo operan ciertos mecanismos mentales análogos que tienen como objeto despojar al agredido del derecho a que su nariz rota remueva alguna conciencia y siembre dudas en la autocomplacencia de la República de las Sonrisas. Estos automatismos parten de la adaptación catalana del «algo habrá hecho», que en el caso de la mujer atacada delante de sus hijos junto a la verja de la Ciudadela consiste en haber profanado la simbología sagrada de la fiebre amarilla. E incluyen procesos de cosificación y de dispersión de la gravedad del hecho para los cuales resultan útiles ciertos chistes a costa del agredido encargados a los esbirros orgánicos y que eran más difíciles de hacer cuando se trataba de un balazo en la nuca –y aun así se hacían–. La Era Tuit aporta además la ventaja de que los escarnios se pueden hacer en pantuflas y con el aire acondicionado puesto. En realidad, comprendo que en Barcelona traten de adormecer por hipnosis a las militancias del destino manifiesto emitiendo el Imagine por megafonía: es quitarlo y un custodio de lazos comete una agresión xenófoba al grito de «¡Extranjera de mierda!». Suba el volumen, Colau.
La agresión de la Ciudadela, por otra parte, revela cuán incrustados están en las mentes los prestigios progresistas atribuidos al nacionalismo que antaño, en la barra del Bocaccio, pasó por hermoso y sofisticado antifranquismo que se sacudía costras y caspas. Cuán poderosos han de ser esos salvoconductos culturales para que hayan logrado neutralizar aquello que más escándalo provoca en la sensibilidad social actual: la agresión a una mujer, fracturada delante de sus hijos. Prueben a hacer chistes a costa de una mujer golpeada en la calle por un novio celoso. ¡Ah!, pero aquí interviene una patente de corso política tan abrumadora en su ambiente que logra que las mujeres lo sean menos cuando interponen su nariz en la trayectoria de un puño.