Tras el ascenso del PNV al gobierno autónomo, el Aberri Eguna recobró su significado exclusivamente nacionalista. No consiguió, a pesar de ello, aunar a las diferentes fuerzas abertzales, que lo han utilizado para escenificar sus disensiones mediante convocatorias por separado. Probablemente, la de este año resultará ilustrativa, no tanto por la retórica, que se promete áspera e insurreccional, sino por su carácter fraccionado o unitario, como indicio de que el naufragio del nacionalismo se consuma o si va para largo.
Hoy es Aberri Eguna, el «Día de la Patria« de los nacionalistas vascos, y uno siente cierta curiosidad por saber cómo van a celebrarlo ante la perspectiva inmediata de su paso a la oposición. Durante el franquismo, el Domingo de Pascua llegó a ser una fecha central de la clandestinidad vasca, nacionalista y de izquierda, que preparaba movilizaciones o no, según cómo fuese la coyuntura, pero nunca dejaba de aludir al significado democrático de la celebración. Porque se daba por sentado que las reivindicaciones nacionalistas eran democráticas y que todo vasco, por el hecho de serlo, estaba oprimido en su nacionalidad.
Fue un equívoco que se deshizo en las tres décadas de gobiernos del PNV, monocolores o, en cualquier caso, cortados a su medida. El Aberri Eguna perdió a lo largo de aquéllas su resonancia emocional para la parte de la población que, no siendo nacionalista, había confiado alguna vez en el mito tribal de la integración. A estas alturas, parece sencillamente absurdo que se reconociera al nacionalismo la capacidad de decidir quién merecía la condición de vasco auténtico, pero, de hecho, la izquierda padeció durante mucho tiempo un complejo de inferioridad semejante al que todavía sufre buena parte de la población española ante la izquierda misma, a la que, más o menos inconscientemente, otorga el monopolio de la virtud cívica y de la justicia social. El origen de ambas confusiones es parecido, o se ajusta a una misma lógica. En el primer caso, se creía que España (o sus clases dominantes) oprimía a los vascos; en el segundo, que las clases dominantes oprimen a los trabajadores (o a la izquierda), y partiendo de estas premisas, se tendía o se tiende a suponer que los presuntos oprimidos excretan perfume.
El Aberri Eguna se celebró por vez primera en 1932, como fiesta netamente partidista del PNV, y con un carácter más religioso que político, toda vez que los nacionalistas formaban entonces un bloque «católico» con los tradicionalistas contra el laicismo de los republicanos y de la izquierda. En realidad, podría enmarcarse la invención del Aberri Eguna en el despertar de la militancia católica contra las medidas anticlericales del gobierno -la disolución de la Compañía de Jesús- y el famoso artículo 26 de la Constitución. Los asistentes al primer día de la Patria Vasca se concentraron en torno al monumento bilbaíno al Sagrado Corazón. Sólo después, en años sucesivos, el significado político fue imponiéndose sobre el religioso. Tras la guerra civil, no se convocó un Aberri Eguna hasta 1964, en Irún, adhiriéndose ETA, que irrumpía así en la movilización de masas, a la convocatoria del PNV. Durante los últimos años del franquismo, la fecha fue clave en la estrategia etarra de «acción-represión» y comenzó a ejercer una verdadera fascinación sobre la izquierda, que la incorporó a su calendario con una connotación «democrática» parangonable a la que el Primero de Mayo detentaba como efemérides de la lucha obrera. Sin embargo, tras el ascenso del PNV al gobierno autónomo, que coincidió con la crisis terminal del Partido Comunista de Euskadi, el Aberri Eguna recobró su significado exclusivamente nacionalista. No consiguió, a pesar de ello, aunar a las diferentes fuerzas abertzales, que lo han utilizado para escenificar sus disensiones mediante convocatorias por separado. Probablemente, la de este año resultará ilustrativa, no tanto por la retórica, que se promete áspera e insurreccional, sino por su carácter fraccionado o unitario, como indicio de que el naufragio del nacionalismo se consuma o si va para largo.
Jon Juaristi, ABC, 12/4/2009