CAYETANO GONZÁLEZ, LIBERTAD DIGITAL 04/03/14
· Para entender correctamente la postura que está manteniendo la dirección del PSOE con respecto a la posible moción de censura en Navarra contra Yolanda Barcina impulsada por el PSN -que para prosperar necesitaría irremisiblemente los votos de Bildu-, hay que contextualizar esa actuación en el mal llamado «proceso de paz» con ETA que inició Zapatero antes de llegar a La Moncloa en marzo de 2004 y que tuvo su punto culminante en las negociaciones políticas que con la banda terrorista mantuvo a lo largo de los siete años que estuvo al frente de la Presidencia del Gobierno.
El autor intelectual de aquel proceso fue el entonces ministro de Interior, y ahora secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. La cuestión de Navarra estuvo presente, y de qué manera, en las doce largas reuniones que entre setiembre y noviembre de 2006 mantuvieron en Loyola representantes del PSE, el PNV y Batasuna, así como en las que el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y otros representantes del Gobierno socialista tuvieron con la cúpula de ETA en Oslo. El futuro de Navarra, su cambio de estatus político y jurídico para incorporarse a la actual Comunidad Autónoma Vasca, fue una de las cuestiones tratadas, y las posiciones de unos y de otros quedaron plasmadas en los papeles y en las propuestas que se intercambiaron.
Veamos lo que dice al respecto uno de los actores principales de aquellas negociaciones en representación de Batasuna, el líder de lo que ahora algunos denominan «la izquierda abertzale«, Arnaldo Otegi:
Nuestra filosofía era clara. En primer lugar: la división territorial es responsabilidad vuestra [en alusión a los representantes del PSE], por tanto lo tenéis que resolver vosotros. Es lo que en su día plantearon el Sinn Féin y el IRA al Gobierno británico. Y en segundo lugar: al Gobierno español y al PSOE no les podíamos pedir que solucionaran la cuestión de los tres territorios de Iparralde [el país vasco francés]. En consecuencia, nuestra filosofía era: aquí hay que establecer un marco para los cuatro territorios –Álava, Vizcaya, Guipuzcoa y Navarra– y añadimos lo que para nosotros era fundamental: cómo empezar a superar la dinámica de división. Entonces hicimos el planteamiento del consejo vasco-navarro.
(Imanol Murua, El triángulo de Loiola, San Sebastián, Ttarttalo 2010, p. 88).
¿Alguien cree que Rubalcaba –reitero que fue el verdadero autor intelectual de aquel proceso– ha cambiado de postura con el paso de los años? Una cosa es que en este momento un acuerdo con la marca de ETA en Navarra le venga rematadamente mal, por las elecciones europeas de mayo y su interés de seguir al frente del PSOE y aspirar a ser de nuevo el candidato socialista en las elecciones generales de 2015, y otra muy distinta es que, en su posición de fondo y como parte del dichoso proceso, no tenga ningún reparo en pactar con Bildu para cambiar el estatus de Navarra y de paso echar a la derecha del Gobierno de la Comunidad Foral.
Ante la ambigüedad calculada de Rubalcaba –en los últimos días se ha dignado a hablar del asunto en una sola ocasión–, ¿quién refleja con más sinceridad la posición del PSOE: su candidata en las europeas, y vicesecretaria general, Elena Valenciano, cuando afirma que con Bildu no irán ni a la vuelta de la esquina, o el secretario general del grupo parlamentario del PSOE, y uno de los probables postulantes en las primarias, Eduardo Madina, cuando asegura que con la posible moción de censura de su partido se abre «un tiempo nuevo» en Navarra? Parece evidente que es Madina quien está más en línea con la posición de su partido en las negociaciones con ETA.
No sé si al final los socialistas se atreverán a presentar ahora la moción de censura contra Barcina. Si no lo hacen, será exclusivamente por una simple cuestión de control de daños, dada la proximidad de las europeas, pero eso no despejará el peligro de que tras las elecciones al Parlamento de Navarra del próximo año el PSOE no pacte con Bildu y con otros grupos nacionalistas partidarios de la anexión de Navarra al País Vasco. Y si eso sucede –con el agravante de que en esas elecciones es muy probable que la marca de ETA saque más escaños que el PSN y por tanto reclame para sí la Presidencia del Ejecutivo navarro– estaremos ante un escenario político que abrirá la puerta a una de las aspiraciones históricas de ETA y del nacionalismo vasco en su conjunto.
Además, el experimento en Navarra podría tener en el 2016 su traslación al País Vasco, donde no sería descartable un Gobierno de coalición Bildu-PSE-IU con un lehendakari, por supuesto de la marca de ETA, en Ajuria-Enea, que podría ser perfectamente el ya citado Arnaldo Otegi.
Desconozco si este más que previsible panorama preocupa o no aMariano Rajoy. Lo que sí creo es que en su mano tiene algunos instrumentos para intentar impedirlo, si es que quiere. En primer lugar, debería volver al entendimiento electoral con UPN para concentrar en estas siglas todo el voto ya no solo del centro-derecha navarro, sino de los votantes socialistas, a los que habría que hacerles ver que votar al PSN sería una manera de entregar Navarra a ETA y al PNV.
En segundo lugar, el presidente del Gobierno debería cumplir una de sus promesas electorales y poner en marcha el mecanismo paraderogar la disposición transitoria cuarta de la Constitución, que regula la forma en que Navarra podría incorporarse a la Comunidad Autónoma Vasca. Es decir, se trataría de cerrar la puerta que UCD y PSOE abrieron cuando se elaboró la Carta Magna y que ahora ETA –tras 857 asesinatos, 42 de ellos en Navarra– y el PNV, con el apoyo del PSOE, pretenden traspasar.
CAYETANO GONZÁLEZ, LIBERTAD DIGITAL 04/03/14