Negacionistas

Juan Carlos Girauta-ABC

  • No hay nada que ‘creer’: el cambio climático ha existido siempre. Existe por definición

Fíjate que el término se reservaba para los negadores del Holocausto, de ahí su carga ominosa. Pero ¡zas! En un hábil escamoteo se le empezó a colgar a otros el podrido sambenito. Lo llevan los contrarios a la Memoria Histórica o Democrática del PSOE. Lo sufren los que huyen de las vacunas. Pero, sobre todo, lo portan los incómodos con el discurso apocalíptico del clima, los mosqueados con el catecismo de los climatólogos del climaterio científico, cuya esterilidad se muestra en una acreditada incapacidad para la predicción. No dan una. Aun así, hay consenso -como si la verdad fuera democrática- en el Apocalipsis. Esto es milenarismo, no ciencia. ¡Penitenciágite! -nos susurra el eco de Eco.

El panel de la ONU es un panal de rica miel. Desde siempre, el científico que aspire a vivir de lo suyo tiene que estar en el paradigma del poder, en la Hipótesis A. Debe sacrificar su naturaleza escéptica e insobornable, olvidarse de Popper y de la falsación, convertirse en sacerdote de una fe. Paradójico, ¿verdad? En fin, hoy el negacionismo, con todas sus repugnantes connotaciones, es dudar del panel de la ONU, rechazar el miedo como argumento. Greta aterrorizando colegiales, con toda su ignorancia científica a cuestas, no es precisamente la Razón en marcha. Es atraso genuino, superstición diamantina. Es la seguridad sin brechas del creyente, la fe del carbonero. No es ciencia sino religión, pero una barata, de preceptos formulados para un entramado de intereses.

Qué coño, yo no soy científico, no tengo por qué pronunciarme sobre lo que no entiendo. Lo que sí poseo es una mente lógica y ciertos conocimientos sobre metodología. Y afirmo: lo que el poder está haciendo para ‘concienciar’ al personal sobre el cambio climático no respeta las formas de la ciencia. Del fondo que se ocupe el que sepa. La insistencia en el consenso es blanda firmeza. El uso de expresiones arrolladoras es falaz y acientífico. Los propios resultados sociales de tanto acoquinamiento, de tanto miedo a que te acusen de hereje, lo dicen todo; hoy el asunto está planteado en términos de fe: ‘crees’ o no en el cambio climático. Ni siquiera se molestan en reducirlo un poco. Qué sé yo, ¡a la tesis antropogénica! Van a la brocha gorda para que todo el que se salga del fervorín ecochorra, de la nueva Revelación y del nuevo milenarismo, resulte ridículo.

No hay nada que ‘creer’: el cambio climático ha existido siempre. Existe por definición. El clima es cambio. En cuanto al origen humano, claro que las energías sucias producirán efectos. Aporten argumentos para verificar que son el único factor, o al menos el principal, del aumento medio de las temperaturas desde que tenemos registros, que es una ridícula porción de tiempo en la historia de la Tierra. Una porción insignificante. Su banco, su medio y su gobierno le quieren acojonado y creyente. De momento, ese es el único hecho constatado.