Agotado ya el campo de lo público para colocar a los euskaldunes, hay que meter mano al sector privado, y esto atenta contra las libertades. ¿Quién le ha dicho a ningún euskaldun o catalanoparlante que el mundo exterior debe atenderle en la lengua que él prefiera? Patxi López debería aclarar ahora cuál es su posición en este asunto: si quiere corregir los excesos nacionalistas o sólo aspira a gestionarlos.
La primera medida del camino soberanista que el voto de PCTV abrió el viernes a Ibarretxe ha sido un decreto por el cual los comercios vascos deberán atender en euskara a la clientela en un plazo de entre uno y cuatro años.
Vivimos en tiempos de crisis y este decreto aumenta las posibilidades de trabajo del colectivo vascoparlante. Ah, los buenos tiempos en los que la Política Lingüística servía para colocar a los euskaldunes en empleos relevantes y de cierto prestigio social: funcionariado de la Comunidad Autónoma y las diputaciones, profesorado de escuelas y Universidad, médicos de Osakidetza, periodistas y técnicos de la Radio y la Televisión vascas, ertzainas y así. Ahora, agotado ya el campo de lo público, hay que meter mano al sector privado, y esto atenta contra las libertades. ¿Quién le ha dicho a ningún euskaldun o catalanoparlante que el mundo exterior debe atenderle en la lengua que él prefiera? También supone un cambio de nivel. Para dependientes no hay oposiciones. Ni para camareros, que será, seguramente, el próximo gremio al que le toque euskaldunizarse. En este sector tiene Ibarretxe un eslogan irresistible llegado el caso: ¡Bebe tu vida en euskara!
¿Qué pensará de esto Patxi López? El secretario general de los socialistas es, para muchos ciudadanos vascos, la esperanza de librarse de la pesadilla que supone Ibarretxe en su horizonte. Sabemos lo que piensan algunos de sus conmilitones. Los socialistas catalanes, valencianos y baleares, por ejemplo, han presentado enmiendas a la ponencia de su próximo congreso para que los diputados y senadores puedan dirigirse a sus cámaras en sus lenguas autonómicas -ahí quiero yo ver a Pepe Bono- y que los órganos federales del PSOE las incorporen como lenguas de trabajo.
En la primavera de 1992 se produjeron unas conversaciones entre el PNV y Herri Batasuna en un hotel de Bilbao. La delegación del PNV estaba integrada por Joseba Egibar, Juan María Ollora y Gorka Agirre, y en el otro bando formaban Floren Aoiz, un joven valor emergente como portavoz cuya estrella se apagó para dar paso a Arnaldo Otegi, Iñigo Iruín y Jon Idígoras.
El bando abertzale se empeñó en que el diálogo fuese en la lengua propia y en aquella mesa sólo había cinco personas bilingües. La sexta, Ollora, dirigente alavés del PNV, únicamente era capaz de expresarse en la lengua extraña, el castellano, que es la que mejor habla en Euskadi la inmensa mayoría de los ciudadanos bilingües.
La cosa transcurrió así: hablaba el portavoz de Batasuna y esperaba a que Gorka Agirre tradujera al español sus palabras con el fin de que fuesen entendidas por Ollora. Este respondía, naturalmente en castellano, mientras Aoiz miraba al infinito y ponía cara de mí no comprender y esperaba a que Egibar tradujese las palabras de su compañero al euskara para darse por enterado.
El lehendakari aplica a los vascos el mismo desprecio de Floren Aoiz al peneuvista Ollora (o al mismo Ibarretxe en aquellas fechas) al negar la lengua franca. Es asombroso que algunas organizaciones autonómicas del PSOE imiten las mismas posiciones respecto a la lengua y el desdén del batasuno navarro por la koiné. La vida es un tú la llevas, un endoso permanente. Patxi López, que quiere sustituir a Ibarretxe, debería aclarar ahora cual es su posición en este asunto. Si quiere ser un lehendakari de todos los vascos y corregir los excesos nacionalistas o sigue teniendo como modelo a Maragall y sólo aspira a gestionarlos.
Santiago González, EL MUNDO, 2/7/2008