JON JUARISTI-ABC

  • La relación política de constitucionalistas y secesionistas es más que difícil: es tan imposible como la relación sexual

Aún cuando resulte inevitable que los dos partidos mayoritarios deban obtener el apoyo de los secesionistas para que sus respectivos candidatos puedan ser investidos (y aquí el «deban» nada tiene que ver con el deber moral, sino con todo lo contrario), se equivocarían mucho si pensaran que la cuestión fundamental reside en lo que ambos partidos, PP y PSOE, estén dispuestos, cada uno por su parte, a conceder. Lo que deberían preguntarse es otra cosa. Dada su congénita pereza mental, archidemostrada cuando de negociar con nacionalistas se trata, se les podría recomendar que asumieran como propio el enunciado de un problema aritmético (o metafísico) ya formulado en los primeros versos de un conocido villancico catalán: «Què li darem an el noi de la mare,/què li darem que li sàpiga bo?». Porque de eso va el asunto: ¿qué les dejará satisfechos a estos hijos de sus respectivas madres?

La respuesta está clara: nada, ‘res de res: ni figues ni panses ni olives ni mel ni mató’. Lo que hoy te acepten torciendo el morro ya no les contentará mañana y te exigirán otra cosa, y cuando se la otorgues dejará de interesarles y ya tendrán preparada una nueva demanda y así hasta el infinito. La tonta aquella que afirmó hace unas semanas que los ‘indepes’ aman a España, debe suponer que la aman según su concepto socialista de amor, que en términos lacanianos podría definirse muy exactamente como «ofrecer lo que no se tiene a quien no lo necesita». Obviamente, no es ese el amor de los ‘indepes’, que quieren otra cosa.

¿Qué quieren? No lo que no tienes, sino lo que no puedes darles. Cuando se ilegalizó a Herri Batasuna, un diplomático español me aseguraba, muy convencido: «Lo que tenemos que contar en Europa es que a los nacionalistas vascos ya se les ha concedido todo menos la independencia, y que no podemos dársela porque la Constitución lo prohibe». «Pues eso alegarán ellos en Europa –le dije–, que les negáis su derecho a la independencia».

En el fondo creo que a los secesionistas (por lo menos a los vascos) la independencia les importa un pepino. La cosa es mantener el agravio abierto e ir de víctima. Cuando los del viejo PSOE argumentaban que el derecho de autodeterminación no podía aplicarse ni a Euskadi ni a Cataluña porque se trataba de comunidades privilegiadas donde no existía atisbo alguno de opresión nacional, los ‘abertzales’ replicaban. «¿Cómo que no estamos oprimidos por España, si se nos niega el derecho de autodeterminación?».

O sea, que no se consigue nada ni atiborrándoles de pintxos. La relación asimétrica de los partidos constitucionalistas con los secesionistas me recuerda aquel adagio del Masoquista (léase PP o PSOE) y el Sádico (o sea, ‘abertzales’ e ‘indepes’):

–Masoquista: «¡Hazme daño, vida mía!»

–Sádico: «No».

Y lo peor es que sospecho que todos disfrutan, sádicos y masoquistas.