La portavoz del Gobierno tiene problemas con la palabra hablada, qué le vamos a hacer, se come las consonantes y se pelea encarnizadamente con la sintaxis. Mª Jesús Montero sabe lo que espera de ella el doctor Sánchez y no está dispuesta a ser ninguneada por la otra portavoz socialista, la Nini Lastra. De ahí que la mujer haya roto moldes en el comienzo de temporada, al dar cuenta de la ronda de entrevistas del presidente con la tropa. Forma parte de la tradición que los gobernantes se trabajen cada año el apoyo a los Presupuestos con los líderes de las fuerzas parlamentarias. Esta es la ley más importante que cada año envían los Gobiernos al Congreso y si no tienen mayoría absoluta deberán negociar los apoyos que se la garanticen.
Uno se educó en este principio. El final del felipismo se produjo cuando el líder de CiU, Jordi Pujol Soley, anunció a González en 1995 que no contase con sus 17 escaños, y Felipe, que era un gobernante convencional, supo lo que tenía que hacer: disolver las cámaras y anticipar las elecciones legislativas.
Eran otros tiempos, ya digo, y otros portavoces: comparen al de entonces, Joaquín Almunia con cualquiera de estas dos cuitadas, incluso con las dos juntas. No digo que Almunia no cometiese errores, ojo. Él hizo un pacto con el difunto Paco Frutos que le dio la mayoría absoluta a Aznar en marzo de 2000. Pero había otro pundonor y otra cosa, los portavoces de antaño evitaban incurrir en la prevaricación intelectual, la tentación de decir chorradas a sabiendas. Los portavoces de ahora no saben que las dicen, fíjense en la portavoz Montero, que explicó,-es un decir-, la visita de Rufián a Moncloa: “Estoy convencida de que hay mucho que nos une pero, sobre todo, el amor por España”. El PP tenía una gran portavoz, pero se ve que no quería abusar y la ha cambiado por Cuca Gamarra. Y propone a Solbes, aquel gatazo tuerto y de la crisis de los 90 que tanto mintió en la de 2008.
Sánchez lo hizo a su estilo: no convocó al líder de la tercera fuerza española y después de haber invocado la unidad ninguneó al jefe de la oposición, a quien no había llamado en cuatro meses y al que Montero acusó de “decir sin sonrojo que no piensa cumplir con la Constitución” y de “agarrarse a elementos inconexos que le sitúan fuera de la escena política”.
O sea, que la unidad y el diálogo son para contentar a Rufián, que tendrá su mesa para mediados de mes, condición que a este jayán (3ª acepción del DRAE) le parece necesaria, pero no suficiente. Está después la decisión que el Supremo debe adoptar sobre la inhabilitación de Torra por desobediencia, aunque no parece que el T.S. vaya a confundir los deseos de los golpistas con principios generales del Derecho. Bueno, supongo. No se entiende muy bien que la dulce Inés no tenga bastante con detalles como estos para plantarse, muy especialmente porque Sánchez pide unidad para unos presupuestos de los que no habla. Dicen las lenguas de doble filo que tal vez aspira a un Ministerio. No lo creo, de ser cierto sería otro misterio insondable de la condición humana: que una chica normal, dotada del don de la palabra, aspire a entrar en una cuadrilla en la que tendrá como iguales a las dos Monteros, al astronauta, Garzón, al evanescente Castells, Isabel Celáa y a Pablo Iglesias, Carmen Calvo y Teresa Terremotos. Bueno, a estos tres últimos no, que son vicepresidentes.