IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Los modelos fallidos allende los mares seducen a un creciente sector en España

Es uno de los últimos episodios del culebrón populista: esa foto ridícula de Yolanda Díaz luciendo el moño robado a Evita Duarte y sonriendo junto al Papa neoperonista, como un homenaje kitsch a los años 40 o como su parodia. La clave de esa foto está en la célebre cita de Marx sobre la repetición a la que tienden los hechos históricos: «una vez como tragedia y la otra como farsa». La pregunta obligada es qué significa esa foto. ¿Qué pretende exactamente la emergente caudilla del fashioncomunismo español con esa explícita e hiperjusticialista puesta en escena? A uno no le vale por respuesta que busca el voto católico que en su día cultivaron José Bono y Paco Vázquez para la izquierda. Es obvio que hay algo más en esa chirriante escenografía. Mi teoría es que ha descubierto una pulsión suicida en la sociedad española que consiste en desear e imitar, en el baile de disfraces de nuestra política, los modelos más catastróficos de la demagogia latinoamericana.

Hay quien intenta meter miedo, advertir, disuadir a los votantes de la izquierda populista de nuestro país invocando el desastre venezolano sin reparar en que es precisamente ese desastre lo que atrae a buena parte de los votantes esos. Lo que seduce como una ‘femme fatale’ no ya solo a la izquierda, sino a un creciente sector de la sociedad española son los modelos fallidos de allende los mares. O sea, que hay aquí una peña que siente una atracción irrefrenable, una incurable nostalgia, una fascinación melancólica por el chavismo, el castrismo, el peronismo y todas las desastrosas experiencias políticas del continente americano. Digamos que ha llegado a esa fase autodestructiva, programada e inherente del proceso populista en la que la ceguera utópica es reemplazada por la tentación del abismo.

El peronismo es el abismo genuino de la sociedad argentina. Es la entrañable e incurable enfermedad de ese país; un cáncer que ha hecho metástasis en todo su arco político (hay peronistas de derechas, de izquierdas, de centro…) y que envenena cualquier opción que toca. Es un Aleph tóxico de las ideologías que reedita cíclicamente la ruina que originó con éxito el matrimonio Perón en un país rico a mediados del pasado siglo, de tal modo que los Kirchner no han sido más que la última reedición de aquella siniestra pareja. Yolanda Díaz se ha disfrazado de Evita y se ha metido en el ‘Falcon’ de Sánchez para revelarnos como objetivo estrella de su programa político un viaje a la foto sepia de aquella Argentina arruinada. La felicidad que promete es tan realista como el salario mínimo planetario que pide el Papa Bergoglio. La verdad es que el neoperonismo no existe. Es la quiebra de siempre. Es peronismo a secas.