Carlos Martínez Gorriaran-Vozpópuli
- Suena a filosofía de primera, pero es pensamiento Cantinflas, solo que sin gracia
Vivimos un gran cambio cultural y de mentalidad que abrirá muchos otros cambios difíciles de predecir -entre el viejo mundo que no muere y el nuevo que no acaba de nacer, como dijo el clásico-, pero mientras siguen mandando las neuronas muertas de las ideologías seniles. Dan testimonio de este bloqueo funeral algunos hechos: la aprobación en el Congreso de una proposición no de ley socialista para prohibir usar la palabra “cáncer” como metáfora; la Pedagogía Antifascista que imparte la Universidad de León (rancia doctrina financiada para mayor oprobio con fondos europeos NextGenerationEU); el Premio Princesa de Asturias a Byung-Chul Han y su caricatura de filosofía para vagos; o el interés de cierto periodismo cultural por entrevistar a Dios tras el éxito de Rosalía con su videoclip Berghain, de inspiración católica (la vieja religión vuelve con fuerza, sin que los comisarios de la cultura se hayan enterado).
El cáncer como metáfora prohibida
“Cáncer” es, además de una familia terrible de enfermedades, una metáfora. Puede que esto moleste a las señorías que han votado “promover en el conjunto de la acción institucional un lenguaje responsable y empático en torno al cáncer, evitando su uso como sinónimo de hecho grupal destructivo, y reconociendo la realidad creciente de quienes lo superan”, según proclama la Proposición no de Ley del Grupo Socialista, pero la ignorancia de sus señorías (no solo socialistas y demás del Frankenstein sino, ¡ay!, del Grupo Popular) no puede cambiar el hecho histórico de que “cáncer”, cangrejo en latín, fuera el sinónimo elegido por los primeros patólogos que estudiaron tumores para describir su aspecto con esa imagen zoológica.
A las nefastas leyes de memoria histórica y memoria democrática, que en realidad intentan imponer el olvido oficial de hechos ingratos para izquierda y nacionalismo, podría unirse, quién sabe, una futura Ley de Metáforas Progresistas con las mismas funciones que las de la comisión de reducción del diccionario de la novela de George Orwell titulada 1984: prohibir las palabras inútiles o molestas para el discurso único de la ideología oficial, y de paso las ideas asociadas.
Pero sobre todo es un ejercicio, y un voto, de estupidez inmarcesible: prohibir calificar algo malo de “cáncer” porque hay gente que se cura es como proscribir hablar del agua porque hay gente que sabe nadar: autoritarismo de idiotas peligrosos con neuronas muertas. Nuestra mente es analógica: usamos unos pocos miles de palabras para combinarlas en millones de significados potenciales, sean sublimes o tan sórdidos como la jerga de “chistorras” y “lechugas” del PSOE. Quizás las neuronas muertas necesiten muy pocas palabras, pero las mentes vivas necesitan todas y plena libertad para usarlas creativamente.
La apología del cansancio
El Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades de este año ha ido a Byung-Chul Han, otro destacado autor de la confusión de filosofía con autoayuda tan usual en la era de las neuronas muertas. En su discurso de aceptación en Oviedo, el premiado se equiparó modestamente a Sócrates: “mis textos de crítica social han causado irritación, sembrando nerviosismo e inseguridad, pero al mismo tiempo han desadormecido a muchas personas. Ya con mi ensayo La sociedad del cansancio traté de cumplir esta función del filósofo, amonestando a la sociedad y agitando su conciencia para que despierte. La tesis que yo exponía es, efectivamente, irritante: la ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión. Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad.”
La verdad es que Sócrates fue condenado a muerte por hacer preguntas molestas -la tarea de la verdadera filosofía- a los enfurecidos demagogos de Atenas, mientras que Byung es un autor premiado por vender prefabricadas respuestas anestésicas a una sociedad pasmada. Para ello explota los inmensos recursos de la filosofía, de Platón a Heidegger pasando ahora por Simone Weil (de quien les hablé aquí), una vez convenientemente desnatados, descafeinados y esterilizados hasta privarlos del sentido original. No dudo de que en los libros de Byung hay cosas nuevas y buenas, pero las buenas no son suyas y las nuevas no son buenas.
No es posible vivir con libertad
Si el problema existencial y político fuera la falta de verdadera libertad, la verdadera filosofía trataría primero de definir esta última, de investigar las causas de su ausencia o fracaso, y preguntaría qué podemos hacer para vivir libremente. El simulacro, en cambio, da por explicado lo que hay que explicar y cambia las preguntas por lamentos resignados: no es posible vivir con libertad, porque creer que se es libre es un autoengaño, un falso sentimiento y en el fondo una falsa mercancía del capitalismo neoliberal.
La culpa de todo mal es, naturalmente, del llamado neoliberalismo, denostado tanto por Greta Thunberg como por Steven Bannon, generalidad abstracta que todos usan porque no significa nada, fuera de rechazo de la democracia liberal. Byung reconforta al lector con un mensaje insuperable: no solo es inocente de todo, sino que su pasividad es su mayor valor: “¡oh, si estoy muy cansado de todo es porque también soy filósofo, y mi cansancio aburrido es filosofía!” Y así eleva al hastío, el aburrimiento y la pereza a lo más auténtico de la vida y a pensamiento superior. Todo mal justificado con referencias a clásicos para parecer otro de ellos. Véase esta nota de su ensayo favorito, La sociedad del cansancio: “Tanto la ética de Kant como la de Levinas están inmunológicamente estructuradas.
Así, el sujeto moral de Kant se ejercita en la tolerancia, que representa una categoría genuinamente inmunológica. Pues lo que se tolera es la otredad. La ética de Kant es una ética de la negatividad, que Hegel lleva a la culminación con su teoría del reconocimiento. Por el contrario, Levinas lleva al punto cero la tolerancia inmunitaria del Yo. De esta manera, el Yo queda «expuesto» a aquella «violencia» que parte de lo otro y cuestiona por completo al Yo. El énfasis de lo totalmente otro concede a la ética de Levinas un carácter inmunológico.”
Suena a filosofía de primera, pero es pensamiento Cantinflas, solo que sin gracia. Byung es, en verdad, un típico sofista de la era de las neuronas muertas, así como los debates actuales del Congreso de los Diputados suelen ser ejercicios de desconexión cerebral de las verdades y necesidades de la vida real. Las neuronas vivas no les gustan, ni ahora reciben premios.