Ni Escocia ni Cataluña

TONIA ETXARRI, EL CORREO 27/11/13

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· El lehendakari Urkullu tendrá que encarar el debate soberanista por mucho que le incomode. Por más que intente aplazarlo, pasar la responsabilidad a los partidos de la oposición o jugar con el calendario, acabará por definirse públicamente. Porque su ambigüedad calculada no obedece a una falta de proyecto, que lo tiene, sino a un vértigo escénico ante la posibilidad de que se le acuse de fracturar a la sociedad vasca, como hizo su antecesor Ibarretxe que llegó a ver un país «autodeterminado» para el pasado 2010.

En Euskadi el parlamento contabiliza una mayoría de escaños nacionalistas, entre el PNV y EH Bildu, 48 escaños de 75. Pero la calle va por otro lado. El lehendakari está presionado por sectores radicales que ya están poniendo los primeros eslabones que emularán esa cadena catalana que tan poco le gustó a Montserrat Caballé, para el año que viene. Y observado por los ciudadanos del último sociómetro que le han devuelto la imagen real. El apoyo a la independencia ha bajado cuatro puntos desde el último sondeo efectuado hace ocho meses. Tan sólo un 25% de los encuestados se han mostrado firmemente partidarios de la independencia de Euskadi. Un 29% a favor. Pero lo que resulta más curioso es ese 31% de ciudadanos que se mostrarían a favor o en contra de la secesión, según las circunstancias. Unos porcentajes que indican que la situación en Euskadi es inversamente proporcional al debate en Cataluña, en donde el sentimiento independentista ha ido ganando adeptos en los últimos tres meses.

Tanto es así que el último barómetro de la comunidad catalana daba a Esquerra Republicana de Cataluña como ganadora, en el caso de que las elecciones autonómicas se celebrasen estos días. Un resultado que provocó el comentario más mordaz del dirigente de Ciutadans, Albert Rivera: «Artur Mas es el mejor candidato de la historia de ERC», llegó a decir. En Euskadi, el Parlamento va por un lado y las encuestas por otro. Y el lehendakari, que no quiere recordarnos a Ibarretxe ni parecerse a Mas, prefiere entretenerse en juegos dilatorios mientras el presidente de su partido engrasa la ponencia para discutir el nuevo estatus. Empezarán, pues, las rondas con los partidos sin haber logrado los consensos previos sobre la pacificación.

El as del PNV es conocido. Quiere reformar la Constitución mediante una enmienda de adición para que sea reconocida la nación vasca y su derecho de autodeterminación en los términos en los que fue aprobada por el Parlamento vasco el 15 de febrero de 1990. No es ningún secreto. Pero, proclamas aparte y además de intentar subirse a la ola del referéndum de Escocia, cuya historia nada tiene que ver con la nuestra, tendrá que explicar cómo se organizaría la Euskadi independiente de sus sueños.

Si fuera una nación, ¿sin Estado? ¿Cómo la aceptaría una Europa que camina hacia la unión fiscal y bancaria con su propio Concierto económico? ¿Cómo se financiaría una seguridad social independiente con más de 500.000 pensionistas y 905.000 cotizantes? A medida que el lehendakari deje correr el tiempo en esta cuestión, las preguntas se le irán multiplicando. Parece inevitable.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 27/11/13