Ni luces ni razón

ABC 31/12/13
JUAN CARLOS GIRAUTA

Nadie preparado se deja llevar por promesas de lo que ya tiene: el Barça en la Liga y la ciudadanía europea

Llegados a este extremo, todo cuanto sucede se interpreta como prueba de las propias tesis. Mientras el gobierno español no elaboraba argumentos contra el plan secesionista, el nacionalismo catalán veía en ello la confirmación de su superioridad: nada puede argüir el enemigo, no hay idea que le asista. Cuando el gobierno español elabora por fin su informe ad hoc y lo distribuye entre el funcionariado exterior, el partido de Artur Mas se congratula por lo que su secretario de Organización considera «reconocimiento explícito del litigio».

Mientras los dirigentes de la Unión Europea, siguiendo la inveterada regla de la no injerencia, dieron largas a los periodistas catalanes empeñados en inquirir acerca de la continuidad en la Unión de una Cataluña independiente, los nacionalistas interpretaron de forma unánime (hay portadas en la hemeroteca) que los catalanes simplemente cambiaríamos de Estado, sin solución de continuidad en nuestra condición de ciudadanos europeos. Un día, hartos de tergiversaciones, los altos mandatarios empezaron a afirmar con claridad que la secesión comporta la salida de la UE. ¿Cómo reaccionaron entonces los nacionalistas? ¿Admitiendo que no estaban en lo cierto? Ni mucho menos: denunciando las severas presiones a las que el gobierno español sometía a la pobre Comisión para que avalara la versión española en la (falsa) polémica. Aunque ello significara reconocerle a España una formidable fuerza internacional, en flagrante contradicción con el retrato habitual de nuestro país, un arruinado paria sin influencias.

Cuando las arcas públicas catalanas solo albergan telarañas y se acumula una deuda monstruosa, el gobierno nacionalista culpa a «España» de la situación. Así, los catalanes estaríamos sometidos a una sistemática vampirización en beneficio de andaluces y extremeños: «Con nuestra contribución reciben el PER para pasar la jornada en el bar de su pueblo», escupía Duran i Lleida. La mayor parte de los recursos del FLA se dedican hoy a evitar la quiebra de la Generalidad, lo que permite al funcionariado autonómico seguir cobrando el sueldo cada mes. Si la Generalidad retrasa hasta lo insufrible el pago a las farmacias, el colegio de farmacéuticos organiza manifestaciones… frente a la Delegación del Gobierno. Hasta tal punto ha calado la idea de que Artur Mas no es responsable de nada, de que hay un solo y único culpable: España, ladrona. Eso sí, cuando algún día llegue la recuperación, los nacionalistas se atribuirán todo el éxito.

Las inequívocas palabras de Van Rompuy ante la prensa internacional han forzado a Artur Mas a reconocer que una Cataluña independiente saldría de la UE. «Transitoriamente», subraya. En realidad, seguirá fuera todo el tiempo que lo desee cualquier Estado miembro, incluyendo por supuesto a España. Si algunos especialistas ven una posibilidad constitucional de consultar sobre la secesión, los nacionalistas sonríen y asienten: «¿Lo veis?». Si otros especialistas niegan la posibilidad, los nacionalistas sonríen y asienten: «Por eso no cabemos en la Constitución».

Rajoy comunica a Mas que no se celebrará su consulta y Mas responde que sí se celebrará, pero que si no se celebra llamará a los catalanes a las urnas, o sea que en realidad sí que se celebrará aun cuando no se celebre. Todo este juego cansino de confusión deliberada trae locas a las pobres gentes. Nadie mínimamente preparado se deja llevar por una catarata de promesas que consisten en anunciarte con trompetas lo que ya tienes: el Barça jugando en la Liga y la ciudadanía europea. La independencia gratis, que permite afirmarse contra otros sin consecuencias, no funciona a la luz de la razón. Pero no hay razón ni luz en todo esto; lo que el nacionalismo busca, justamente, es apagar la razón ilustrada.