EL CONFIDENCIAL 31/10/16
FRANCISCO IGEA ARISQUETA
· Pablo Iglesias aplaudió al representante de Batasuna y sonrió complaciente al oír el río incesante de bilis que salía de la boca de un hombre como Rufián
Nunca pensé que viviría lo que vivimos el sábado en el Congreso de los Diputados. La sede la soberanía popular se convirtió por unas horas en un angustioso recinto donde hasta las paredes rezumaban odio, violencia y sectarismo. Rodeados en el exterior por una turba de intolerancia, ajena a los principios elementales de la democracia representativa, lo peor fue lo que sucedió dentro. Dentro se enfrentaron dos mundos antagónicos. El mundo de quienes creen en la democracia parlamentaria como forma de ordenar la vida de los países y el mundo de quienes solo creen en la imposición violenta, la arrogancia, el insulto y el desprecio al adversario.
El sábado la representación de un porcentaje elevado de la población española aplaudió a los asesinos y se mofó de las víctimas. Pablo Iglesias aplaudió al representante de Batasuna y sonrió complaciente al oír el río incesante de bilis que salía de la boca de un pobre hombre como Rufián. Un personaje que tendría mejor acomodo en un frenopático que en sede parlamentaria. El sábado, mientras tres cuartas partes del hemiciclo aplaudíamos en honor de quienes regaron con su sangre las calles de este país, la otra cuarta parte hacia frente común con quienes olvidan sistemáticamente que si hoy vivimos en un sistema de libertades es porque muchos españoles pagaron con su vida este lujo que hoy desprecian.
La chulería y el desplante de los líderes de Podemos, Esquerra y Bildu solo anticipa en qué se convertiría un país gobernado por ellos. Un país bajo el yugo del totalitarismo y la exclusión. Si algunos se preguntaban por qué Ciudadanos nunca apoyará a un gobierno en el que estuvieran personajes como Pablo Iglesias y que fuera sostenido por esperpentos como Rufián, ya encontró la respuesta. No dejaremos nunca, nunca, nunca el Gobierno de nuestro país en manos de quienes vienen demostrando que creen en la amenaza, la coacción y el señalamiento como armas políticas.
Llevamos semanas y meses oyendo cómo se insulta a los representantes legítimos de la población, cómo se nos criminaliza en sede parlamentaria. Mafiosos y delincuentes es lo más flojo que nos dicen. El sábado sumamos a esto el intento de agresión por parte de una turba que había sido alentada por estos demócratas a la venezolana. Parte de nuestros parlamentarios, mientras los demás atendíamos a los medios, decidió salir por donde salimos siempre, por la puerta de Cedaceros. Allí les esperaban centenares de «demócratas» que les recibieron con insultos, lanzamiento de cervezas, mecheros y monedas. Este es el resultado de la estúpida estrategia del frentismo sectario. Estrategia que algunos han alentado con su egoísta ambición de gobernar un país partido en dos mitades.
Minutos antes y puestos en pie, habíamos aplaudido orgullosos a un Antonio Hernando que reivindicaba el papel del PSOE en la historia de España. Estos niñatos que no han conocido la represión, la lucha por la libertad, ni la violencia etarra se permitieron el lujo de intentar enfangar 137 años de historia. Todas las organizaciones tienen luces y sombras en su pasado pero la historia de España no se entendería sin el honor de Besteiro, el asesinato de Múgica o el sufrimiento de tantos miles de militantes y cargos electos que enfrentaron la cárcel, el exilio y la muerte por la defensa de sus ideas. Algunos de ellos quizás entendieron, en ese momento, por qué no es posible renunciar a una historia de lucha por la libertad para gobernar con quienes representan, sin rebozo alguno, la exaltación de la tiranía. Quizás el sábado algunas vendas se cayeron de algunos ojos.
Si algunos se preguntaban por qué C’s nunca apoyará a un gobierno en el que estuvieran personajes como Iglesias sostenido por Rufián, ya halló la respuesta
Pues bien, a estos aprendices de brujo tenemos que darles una mala noticia: no nos plegaremos, no cederemos al odio. No alentaremos la venganza, buscaremos la justicia. No nos vencerá el miedo, pelearemos por la verdad. No compartiremos la vergüenza, ni de la violencia, ni de la corrupción, caminaremos por la senda de la regeneración y la concordia. Algunos hemos venido a la política después de muchos años de trabajar dura y honestamente por nuestras familias. Algunos hemos pasado años mirando a los ojos a la enfermedad y a la muerte. No nos retirará de nuestro camino el odio insensato de quienes no habéis conocido más que la adulación y la abundancia. Lo sentimos mucho, queridos Pablo y Gabriel, hemos venido para quedarnos. Nosotros no os tememos.