JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Ningún tocón de discoteca, ningún metemanos, y, sobre todo, ningún violador dejará de ser el mierda que es por mucho que estampéis «Solo sí es sí»
La campaña ‘Sí es sí Fest’ es loable. Pero solo si las buenas intenciones merecen algo más que esperar a ver. Por ir a un ejemplo extremo, sabemos que las buenas intenciones del marxismo se tradujeron en hambrunas provocadas, en genocidios, en sistemas de campos de concentración de pesadilla. También en una escalofriante violación de las conciencias. Para entendernos: fusilar a enemigos políticos –los muertos del Che Guevara, tan mono él– o desollar a marxistas de otra tendencia –véase Nin–, con ser terrible, es menos incomprensible que la convencida autoinculpación por crímenes falsos de los procesos de Moscú.
Desde entonces, ni siquiera sí es sí. Lo primero eran y son cosas de carniceros a su vez fusilables, y te quedas tan ancho. Lo segundo es de ingenieros sociales que a la vez son psicólogos conductistas y torturadores especializados en la demolición del yo. Y artistas. La infinita supeditación, el miedo, la tortura de la URSS, de la China, de Camboya, de Cuba, de Corea del Norte, de aquella Polonia, de aquella Rumanía, de aquella Bulgaria, procedían directamente de las buenas intenciones de Federico Engels y su macarra Carlos Marx. Era este un tipo muy dotado para la literatura de ficción. Sacó de Dickens las condiciones de vida de los obreros ingleses y se inventó con un par las estadísticas al respecto. Lea a Paul Johnson si no se lo cree. A mí que me registren. Por cierto, solo en ese sentido, el de inventarse las estadísticas, se puede afirmar que Piketty es marxista. Aclarado por extenso mi sistemático escepticismo ante las buenas intenciones de la izquierda, tengo ahora recomendaciones y advertencias para las señoras encargadas de Igualdad. Me mueven intenciones no peores que las suyas. Vamos.
Ningún tocón de discoteca, ningún metemanos, ningún chulito sobreinterpretador, y, sobre todo, ningún violador dejará de ser el mierda que es por mucho que estampéis «Solo sí es sí» en las servilletas, en los posavasos, en las máquinas de condones o en los urinarios masculinos, para que lo lean aunque no quieran. Por lo tanto, pronto creeréis comprender, como de hecho ya han comprendido otras posmarxistas como vosotras que profesan el feminismo de tercera ola allende nuestras fronteras, que la única discoteca segura es una solo para mujeres. ¿En serio? ¡Falso! Así era hasta que vuestra ciega secta deja entrar a hombres que dicen llamarse Lola en los ‘espacios seguros’. Una de estas mujeres autodeterminadas acaba de dejar embarazada a otra mujer en una cárcel británica. Porque Lola la del bigote será mujer, pero es lesbiana. ¿Qué pasa? ¿Algo que decir? Bien, una vez establecido que con estos temas no se bromea, en vuestras manos queda, queridas, la búsqueda de una solución real para que los espacios seguros, ya sin hombres, sean de verdad seguros, ya sin mujeres musculadas lesbianas con un pene enhiesto que ríete tú de aquel.