Niños cobaya

ABC 15/12/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· El fracaso clamoroso del País Vasco en el informe PISA se debe a la imposición del euskera

MUCHO se ha dicho y escrito de las barbaridades lingüísticas perpetradas en Cataluña por los sucesivos gobiernos independentistas, en flagrante violación del ordenamiento jurídico vigente e impune desacato reiterado a las sentencias del Tribunal Constitucional. Tantas han sido las denuncias como nulos los intentos del Ejecutivo central por amparar los derechos conculcados. Pero, si grave es lo que sucede en el feudo del secesionismo catalán, mucho peor es el drama silenciado que viven millares de niños y padres en el País Vasco. Niños y padres sometidos a una euskaldunización tan forzosa como forzada en lugares de los que el vascuence desapareció hace siglos, lo que convierte esa lengua en un vehículo de expresión completamente extraño y por ende hostil para los alumnos obligados a estudiar materias ya de por sí complejas en un idioma endiablado que jamás han oído hablar en su entorno. Bilbao, ambas márgenes del Nervión, la mayor parte de los núcleos urbanos de Álava y Guipúzcoa… Pueblos y ciudades en los que el castellano, lengua común de todos los españoles, es la que se emplea desde tiempo inmemorial en todas las facetas de la vida, excepto la escuela, donde el euskera se ha impuesto a golpe de sectarismo con fines de adoctrinamiento ideológico y consecuencias devastadoras.

Entre los muchos silencios, mentiras y falsos relatos vergonzosos que caracterizan la presunta normalidad imperante hoy en la Comunidad Autónoma Vasca, el empeño de ignorar este problema, como si sencillamente no existiera, es uno de los más sangrantes. Pocos progenitores se atreven a quejarse en voz alta, conociendo los riesgos inherentes a significarse y perjudicar a sus hijos con una postura tan políticamente incorrecta, y aún son menos los profesores dispuestos a jugarse el pan reconociendo públicamente lo que en las conversaciones privadas constituye una evidencia. En cuanto al Ministerio de Educación, ocupado en otros asuntos, o desconoce el verdadero alcance de esta gravísima cuestión o se lava las manos escudándose en que se trata de una competencia transferida. De manera que con el correr de los años, y tras varias generaciones de chavales sacrificados a esta magna obra de ingeniería social necesaria para la culminación de la «construcción nacional» euskérica, ha tenido que ser el informe PISA, internacionalmente reconocido por su solvencia, el que pusiera el dedo en la llaga de esta herida purulenta que tanto sufrimiento causa. ¡Gracias le sean dadas! Según los últimos datos, desvelados hace unos días, el País Vasco se desploma en el ranking del citado estudio hasta caer por debajo de las medias española y de la OCDE en materias como Matemáticas o Ciencias. Y ello, a pesar de invertir en la educación de cada alumno casi el doble que Madrid o Castilla y León, situadas a la cabeza del podio español por comunidades. Los chicos vascos retroceden dramáticamente en competitividad respecto de sus coetáneos europeos no porque sean más torpes, más vagos o menos capaces, sino porque se les obliga a adquirir conocimientos en una lengua que les resulta tan ajena como el finlandés y no menos difícil de dominar que esta, con el agravante de que nadie en su entorno familiar está en condiciones de ayudarles. ¿Se imaginan la frustración de unos y otros? Su fracaso se debe simple y llanamente a la imposición del euskera. La Carta Magna les garantiza a ellos y a sus padres el derecho a utilizar el español, pero sus gobernantes autonómicos se fuman un puro con ella mientras los de la Nación los abandonan a su suerte. Y ahora que estamos en pleno idilio PNV-PP, previo a la negociación de los Presupuestos, no cabe albergar esperanzas de que esto cambie. Son cobayas humanas. Carne de experimento ejecutado con criaturas indefensas.