Editorial, ABC, 23/5/12
LA final de la Copa del Rey de fútbol es un acontecimiento deportivo del máximo relieve. El partido entre el Athletic de Bilbao y Barcelona pondrá fin a una temporada apasionante para dar paso a una Eurocopa donde la selección de todos los españoles aspira con buenos argumentos a revalidar el título de campeona. De ahí que haya que impedir a toda costa la politización de la final del viernes en el Vicente Calderón, que solo sirve para hacer el juego a una minoría radical que no representa el sentimiento de muchos miles de aficionados vascos y catalanes. España no puede vivir sujeta a los chantajes de unos pocos y, en este sentido, están fuera de lugar las propuestas para que no asista el Príncipe de Asturias o para que el partido se suspenda y se juegue a puerta cerrada. El deporte es un fenómeno sociológico que genera pasiones y mueve grandes cantidades de dinero. Nada más fácil para unos cuantos pescadores en río revuelto que aprovechar una oportunidad que sirve de altavoz a sus propuestas ilegales e ilegítimas. Cuarenta y seis millones de españoles no pueden someterse a la voluntad de unos cuantos extremistas, decididos a jugar su propio partido. La final de Copa ha sido históricamente y debe seguir siendo la fiesta grande del fútbol español, con pleno respeto a los símbolos nacionales.
Editorial, ABC, 23/5/12