Luis Ventoso-ABC
- Los madrileños simplemente han castigado una mala labor de Gobierno
Carmen Calvo, nacida en Cabra (Córdoba), es una doctora en Derecho de buena familia, que ha ido alternando las clases universitarias con etapas en altos cargos con el PSOE. Desde 1996 a 2004 fue consejera de Cultura en la Junta y al llegar al poder Zapatero la hizo ministra del ramo. De aquella etapa se recuerda su sonado gazapo de febrero de 2005 en el Senado. Van-Halen, del PP, la interpeló haciendo un juego retórico con el verbo latino dixit: «Calvo dixit». En su réplica, la ministra -¡de Cultura!- lo regañó reprochándole que ya estaba bien de llamarla Pixie y Dixie. ¡Aquella eminencia había confundido un latinajo conocidísimo con los ratones de los dibujos animados! En 2011 acabó retornando a la docencia, hasta que Sánchez la repescó a lo grande.
Calvo se distingue por una visión maniquea de la sociedad. El mundo se divide en progresistas (buenos y feministas) y odiosos retrógrados, fascistas y franquistas todos ellos. La defensa de los derechos de las mujeres es monopolio de la izquierda (aunque buena parte del PSOE votó en contra cuando Clara Campoamor, que no era socialista, sacó adelante el sufragio femenino en 1931). La II República fue un paraíso y en la Guerra Civil solo hubo crímenes franquistas (y lo sostiene una hija de Cabra, donde 109 civiles murieron en un absurdo y crudelísimo bombardeo de la aviación republicana en noviembre de 1938). Personalmente, Calvo se distingue por un carácter perpetuamente avinagrado y regañón. Es una de esas personas que el día que sonría tendrá agujetas. Su mal talante ha vuelto a asomar tras el revés del PSOE en Madrid, declarando que la campaña del PP se basó en «cañas, no encontrarte a tu ex y recibir abrelatas de berberechos». «España no está para eso», añadió muy digna, «y el Gobierno está en lo que tiene que estar» (ayer reculó, pero otra vez con pésimo tono, alegando que se había limitado a repetir una frase de Ayuso). Pero Calvo todavía dijo algo más tras la derrota, un insulto a los madrileños: «A veces el fascismo aparece con la bandera de libertad de quienes pensaron que la limpieza que querían hacer en Europa llevaba a asesinar en campos de concentración». En cualquier país de nuestro entorno sería inimaginable que una vicepresidenta se atreviese a llamar nazis a los ciudadanos que no piensan como ella.
No, Carmen, no. Esto no va de cañas, berberechos y fascistas. Ni el problema era el honorable Gabilondo, al que deseamos lo mejor. Lo único que ha ocurrido es que los madrileños, en su santa libertad, han sancionado en las urnas a un Gobierno que lo está haciendo mal, que se ha puesto de canto ante la pandemia y que ahora pretende que la gobierne el Supremo, que falta a la verdad, que maneja con torpeza la economía y va a freírnos a impuestos, que se ha aliado con Bildu y ERC mientras clama contra Vox como si fuese el Leviatán, y que se ha fumado sus promesas de regeneración (ahí están los escándalos de Marlaska y Tezanos). Y si está quemada porque el auténtico vicepresidente de Sánchez es el gurú Redondo, y no ella, no se desahogue con macanadas de nazis, birras y bivalvos.