Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Pues a mí me parece bastante bueno. Más aún, comparado con lo que hay a su alrededor, me parece incluso excelente. Me refiero al ministro de economía, Carlos Cuerpo. Su formación técnica es considerable y la prudencia de sus comentarios habituales, proverbial. La señora Yolanda Díaz le considera una ‘casi’ mala persona. Pero solo es porque no le hace la ola, no se ríe con sus ocurrencias y le recuerda obviedades interesantes, aunque ella no las aprecie.
El ministro ha reconocido que la reducción de la jornada laboral, sin merma del salario, es un compromiso firme del Gobierno que lo piensa cumplir. Eso lo ha ratificado en numerosas ocasiones y en diversos medios. Lo que propone es, simplemente, algo tan sensato y lógico como analizar sin prisas sus efectos en los diversos tipos de empresas: sector, tamaño, localización, etc… para poder evaluar y minimizar los negativos y hacerlo todo con el mayor consenso posible entre todos los agentes sociales.
Pero, cada cual tiene sus urgencias y sus prioridades. A Yolanda Díaz le aprietan las encuestas que confirman su estrepitoso derrumbe electoral y busca un revulsivo que le permita recuperar el protagonismo perdido y la gracia olvidada. Hace tiempo que extravió el disfraz de amable componedora que le permitió alcanzar los grandes acuerdos, desde posturas equilibradas.
Ahora prefiere posturas más dogmáticas y por eso quiere imponer una decisión que cuenta con el apoyo de los sindicatos y, para mayor felicidad, con la oposición de la patronal y que será bien recibida por sus destinatarios, pues eso de trabajar menos con el mismo sueldo es siempre motivo de júbilo y contento. Por su parte el Gobierno de Sánchez ya tiene suficientes problemas con sus aliados parlamentarios que le acosan con exigencias continuas y no siempre compatibles, como para abrir otra vía de conflicto con sus impagables socios.
La propuesta de reducción de la jornada laboral necesita el plácet del Congreso de los Diputados, es decir, el apoyo de Junts y el del PNV, que no podrá utilizar su sistema favorito de mirar hacia otro lado, con expresión ausente o distraída.
No será fácil que el grupo de Carles Puigdemont quiera contrariar a Foment del Treball, la patronal catalana que participa del disgusto común de la CEOE. Una nueva derrota en el Congreso, justo ahora que aparece en el horizonte cercano la que le espera por culpa del gravamen a las empresas energéticas, no es la mejor opción.
Ayer, en la ceremonia inaugural de las ‘FrancOlimpiadas’, ambos contendientes se vieron, pero se ignoraron. En el Consejo de Ministros, sin embargo, les será más difícil hacerlo. Son menos y están sentados mucho más cerca.