Alberto Priego-El Español
  • Lo que se está negociando en Arabia Saudí es un reparto del mundo: Ucrania y el resto de Europa para Rusia, y Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá para Estados Unidos.

Son muchos los analistas que están planteando una similitud histórica entre lo que ocurrió el pasado sábado en la Conferencia de Seguridad de Múnich y lo que ocurrió en 1938 con el pacto entre Chamberlain y Hitler en la misma ciudad alemana.

Si bien es cierto que puede haber similitudes por las ambiciones imperialistas de los que participaron en ambos actos, la comparación no es del todo acertada, ya que el famoso Pacto de Múnich no se adecúa a lo que vimos el sábado pasado.

En el año 1938 los europeos, con el primer ministro británico a la cabeza, abrimos la puerta de Europa a Hitler, pensando que si permitíamos que incorporara los Sudetes a su imperio nos dejaría en paz.

Esto no es lo que ocurrió el pasado fin de semana, sino en 2008 y en 2014, cuando Putin se anexionó con total impunidad Abjasia, Osetia del sur y la península de Crimea. Al Kremlin ya le abrimos las puertas de Europa para conquistar territorios a cambio de una supuesta inmunidad para el resto del continente.

Sería más correcto decir que el Acuerdo de Múnich de 1938 tiene más similitud con aquellas cumbres de la OTAN (Praga, Estambul, Bucarest, Chicago, etcétera) en las que reiteradamente negamos a Ucrania y a Georgia la posibilidad de convertirse en miembros.

Los políticos europeos que negaron a estos dos Estados la posibilidad de estar protegidos del imperialismo ruso pasarán a la historia como los nuevos Chamberlain, Con una salvedad.

Mientras que el primer ministro británico lo hizo por cobardía, los políticos que vendieron a Georgia y Ucrania a Rusia lo hicieron por avaricia. Algunos de aquellos políticos que dijeron no a Tblisi y a Kiev lo hicieron a cambio de formar parte de los consejos de administración de las principales empresas rusas.

Entonces, si lo ocurrido el pasado sábado en Alemania no se asemeja a lo ocurrido en Múnich en 1938, cabe preguntarse qué otra analogía histórica podemos establecer.

La respuesta parece evidente. Lo ocurrido el fin de semana pasado en la Conferencia de Seguridad de Múnich y, sobre todo, lo que está ocurriendo estos días en la capital de Arabia Saudí, es algo similar al pacto Ribbentrop-Molotov.

Los ministros de la Unión Soviética y de la Alemania nazi decidieron repartirse Europa con un pacto de no agresión, algo similar a lo que están haciendo Sergei Lavrov y Marco Rubio en Riad.

Los responsables de exteriores de Estados Unidos y de Rusia no sólo están decidiendo el futuro de Ucrania sin los ucranianos. No sólo están decidiendo el futuro de la seguridad europea sin los europeos. Lo que verdaderamente están haciendo es repartirse el mundo.

En la campaña electoral del ahora presidente Trump se dejó claro que su intención era anexionarse Canadá, Groenlandia, y el Canal de Panamá. Esto es lo que Rubio (por cierto, uno de los más críticos con la ayuda occidental a Ucrania) está negociando con su homólogo Lavrov.

«Lo que ha hecho Estados Unidos no es abandonarnos frente a Rusia, sino cambiarse al bando de Rusia»

En otras palabras, lo que se está haciendo en la reunión en Arabia Saudí es un reparto del mundo: Ucrania y el resto de Europa para Rusia, y Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá para Estados Unidos

Mientras estas dos superpotencias juegan al Risk y deciden el futuro de millones de ciudadanos, los europeos nos dedicamos a organizar debates barrocos que no llevarán a ninguna parte. En Europa seguimos pensando que Estados Unidos nos ha abandonado en nuestra batalla frente a Rusia.

Lamentablemente, no estamos haciendo el análisis adecuado, lo que ha hecho Estados Unidos no es abandonarnos, sino cambiarse de bando.

Si bien es cierto que podríamos pensar que la Administración Biden nos abandonó y que no asumió las responsabilidades que le correspondían a un hegemón benigno, el cambio con la Administración Trump es absolutamente diametral.

Con Trump, Estados Unidos forma parte del bando ruso. No sólo porque simpatice con los excesos ultraconservadores y antidemocráticos de Putin, sino porque comparte la visión del mundo sin reglas y sin principios morales de la que hace gala el presidente ruso.

Los europeos estamos analizando la situación en Ucrania, como si alguien (Rusia) hubiera entrado a robar en el chalé de un amigo (Ucrania) que vive en nuestra misma ciudad (Occidente). Estamos pensando que sería bueno poner alarmas en nuestras casas para que no nos pase lo mismo.

Sin embargo, no somos conscientes de lo que está ocurriendo en Europa. El chalé de nuestro amigo (Ucrania) no sólo se encuentra en nuestra misma ciudad, sino que está en nuestra misma urbanización (Europa) y solo es cuestión de tiempo que entren en nuestras casas.

Tampoco somos conscientes que, aunque llamemos a la policía (Estados Unidos) esta no sólo no nos va a ayudar (Biden), sino que en este caso la policía (Trump) está con los ladrones, planeando saquear la casa de al lado (Groenlandia, Canadá, Panamá).

Lo único que nos queda es salir a defender a nuestro vecino y evitar que sigan robando. Si no lo hacemos, cuando acaben con su casa vendrán a por las nuestras.

*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.