Eduardo Uriarte-Editores
La verdad es que si hemos salido de lo peor la crisis sanitaria -hasta que venga el rebrote-no ha sido precisamente por las medidas previsoras que el Gobierno adoptara, ha sido gracias al sacrificio de muchos servidores públicos, especialmente sanitarios, y a un confinamiento durísimo de dudosa base legal soportado por la ciudadanía. Es decir, que ha sido gracias al esfuerzo de la gente y no del Gobierno por lo que muchos podemos contarlo. De hecho, yo, que no me fiaba, me confiné cuatro días antes a que estos imprudentes se fueran de manifestación con guantes de látex.
Sin previsión ni prudencia alguna ante la pandemia el comportamiento parece repetirse con la crisis económica que nos asola. El primer gesto importante ante ella, después de haber fomentado un clima de enfrentamiento brutal con el PP -en España se dan tantos muertos porque existe Madrid, decía Simancas-, ha sido volar todos los puentes necesarios en un pacto secreto con Podemos y Bildu. Patronal, derecha, Ciudadanos con cara de tonto, PNV con ictus de vendido, hasta la ministra Calviño, enfrentados ante la decisión adoptada. Incluso el editorial de El País inquiriendo responsabilidades. Este es el punto de partida para que el Gobierno Sánchez inicie sus gestiones frente a la situación económica. Peor que la imprudente actitud ante la llegada del coronavirus.
Ya hemos escuchado que la culpa de todo, de este pacto con los herederos de ETA para dinamitar las relaciones laborales y fomentar la acracia fiscal en Euskal Herria, la tiene el PP. Coherentemente, pues todo el bagaje ideológico del PSOE actual reside en el odio tribal hacia la derecha (¿cómo va existir nación si ni siquiera existe la polis?), de una izquierda de salvajismo ideológico tal que nos conduce al disparate político. Situación de folklorismo izquierdista frívolamente soportado en el supuesto de que el tiempo fuera de bonanza económica, pero de consecuencias muy trágicas tal cómo están las cosas. A dónde va a ir Sánchez a pedir ayuda con este comportamiento: la generosa oferta de Merkel y Macron tiene poca defensa ante los halcones calvinistas, y poco solidarios, de la ultraderecha europea.
Ni siquiera la renta básica para los más necesitados, ni la vuelta de la liga del futbol, ni la apertura de los hoteles en julio, cuando todos los competidores turísticos ya se han adelantado (futbol y turismo como en tiempos del Caudillo), sirven de bandera para tapar la imposibilidad de que tan desastrado Gobierno, bautizado por Rubalcava como Frankenstein, haga frente a la crisis monstruosa que ya nos está aplastando.
Sánchez, que como el Caudillo al que desenterró, es un sobreviviente nato, debería volver a desdecirse, no le costaría mucho, y proceder a un benéfico giro expulsando a Podemos del Gobierno y alcanzando un acuerdo con el PP y la muleta de C´s. Proceder, a la vez, al acercamiento con los representantes económicos y asumir los duros compromisos que vamos a tener que padecer.
Mal haría un PP, todavía incapacitado como alternativa, en desentenderse del compromiso que la crisis económica reclama. Por el contrario, debiera aceptar un proceso de negociación que implicara el tratamiento de unos presupuestos adecuados, embozar las tiranteces secesionistas, y liquidar la comisión para reconstrucción que nació muerta -fallecimiento confirmado al poner a López como presidente-. A la vez, tras el anterior paso fundamental, intentar aplacar entre estos tres implicados el lenguaje de enfrentamiento y gestos agresivos que desde la acción parlamentaria ya han saltado peligrosamente a las calles. De lo contrario tendrá confirmación el informe presentado por la Guardia Civil de un futuro social conflictivo y peligroso. Esperemos que la Guardia Civil sobreviva a Marlaska.
Ahora bien, este procedimiento de concentración nacional debe de superar un enorme obstáculo: la naturaleza de alacrán de pedro Sánchez, capaz de hundirnos a todos con tal de sostener su enajenado izquierdismo. Esperemos que su otra naturaleza, la de superviviente, le permita realizar algo útil y prudente. Ni siquiera Goebbels con la magia de la propaganda fue capaz de ocultar que los rusos estaban entrando en Berlín.