Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
En una entrevista reciente, Unai Sordo, el secretario general de Comisiones Obreras, nos dio la fórmula perfecta para evitar las disfunciones a las que se enfrentan las empresas a la hora de encontrar candidatos para los puestos de trabajo que necesitan. Ya sabe que en España hay más de tres millones de trabajadores en paro –para la vicepresidenta segunda son muchos menos pues ya sabe que hace las sumas de manera ciertamente original, pues no cuenta a todos los parados a quienes paga el subsidio–, y esa situación es compatible con la existencia de numerosos huecos laborales que las empresas no son capaces de rellenar.
Para Unai Sordo todo se solucionaría si las empresas pagaran unos salarios más elevados. En efecto es una fórmula buenísima, que no se le había ocurrido antes a nadie, pero que también es incompleta. Para los progresistas que pueblan los sindicatos y, ahora también, el Gobierno de la Nación, el salario depende exclusivamente de la mayor o menor maldad de los empresarios y de su capacidad de controlar su egoísmo. Se olvidan de que una empresa paga un salario a cambio de una contraprestación en forma de trabajo y recibe otros bienes y servicios, a cambio de un precio, y que utiliza todo ello para fabricar un producto que luego se vende a los clientes a un precio determinado, controlado, casi siempre, por el mercado.
Entre todos los costes y ese precio tiene que haber un margen para pagarlo todo y obtener, además, un beneficio que justifique el riesgo asumido. Si la contraprestación es elevada y aporta valor añadido, podrá pagar salarios más elevados que si la productividad es escasa. Es decir, ese factor, la productividad del trabajo es una cuestión compleja, pero imprescindible para poder pagar salarios elevados en el largo plazo. Y luego hay otra cuestión, que es la alternativa. Si la diferencia entre los salarios que se pueden pagar y las ayudas que se obtienen sin trabajar es reducida, el incentivo para buscar un trabajo y para realizarlo será pequeño y serán muchos los que prefieran quedarse en casa antes que ir a trabajar. Por el contrario, si la diferencia es elevada, el incentivo para trabajar será mayor y habrá –eso es seguro–, menos parados. Así que, además de algo tan simple y, casi siempre tan complicado, como subir los salarios hay que considerar cosas complejas como la productividad y revisar temas tan sensibles como las ayudas sociales. algo que no se hará en estos momentos. Quizás tampoco en otros; cuando pasen las elecciones.