Son muy pocos los amenazados exiliados que están volviendo, porque no lo ven claro. Desconfían de la solvencia, la sensatez o la responsabilidad de los que mandan en Bildu y de su emancipación de ETA. No solo no estamos todos en esta fotografía incompleta del país, sino que tengo la impresión de que esto va para largo.
Son muchos en este país los que sostienen que, tras las elecciones municipales y forales recién celebradas, por fin tenemos en el ámbito político vasco una fotografía real y actual de la relación de fuerzas producto de la libre voluntad popular. Bien al contrario, algunos afirmamos que la fotografía no es real, ni siquiera es una fotografía distorsionada por las especiales circunstancias concurrentes (tregua de ETA, ilegalización de Sortu, legalización de Bildu, presiones y amenazas de todo tipo al Gobierno…), sino que es una fotografía irreal por deficiente.
Como ya apunto en el título de este artículo, son muchos los vascos que, contra su voluntad, no han podido votar aquí. No me refiero a los alrededor de mil vascos residentes en Bélgica, u otros residentes en el extranjero afectados por el cambio de la Ley Electoral, sino a los más de 40.000 exiliados vascos por causa de ETA y sus seguidores que, según el informe del Ararteko, no han podido votar en el País Vasco y que podían haber hecho cambiar sensiblemente el resultado electoral a favor de las formaciones de índole constitucionalista.
La mayor parte de los vascos, contra toda experiencia, deseamos que realmente sea verdad el mantra que algunos recitan sin cesar: «más Bildu, menos ETA». Y hago votos para que, al fin, las cabezas pensantes se impongan a las simples pero contundentes razones armadas de los más recalcitrantes. Eso es lo que realmente está por ver. Además de que es prematuro hablar del fin de ETA, la actual coyuntura política tampoco anima a volver a los vascos que se fueron atemorizados, bien por las amenazas directas o veladas, o bien por el asfixiante e insoportable ambiente que hemos padecido y padecemos aún en esta tierra, a pesar de las recientes promesas de algunos líderes radicales vascos.
En el caso específico de los empresarios vascos exiliados, el escepticismo es general y por el momento, no se animan a volver. Los empresarios que optaron por quedarse, pagando o no la extorsión etarra, están inquietos y preocupados ante el nuevo panorama político. Se preguntan qué va a ocurrir con los proyectos estratégicos de este país como la fusión de las cajas vascas, el puerto exterior de Pasajes, la Y vasca, la incineradora de Guipúzcoa, etcétera. No se olvidan del significativo José María Korta y de muchos otros que no accedieron a pagar el impuesto mafioso.
Son muy pocos los exiliados amenazados por hablar alto y claro o por razón de su oficio que están volviendo, pues no ven nada clara la situación actual. Y lógicamente, desconfían de la solvencia, la sensatez o la responsabilidad de los que mandan en Bildu y de su emancipación de la tutela de ETA. En este sentido, los ejemplos que personalmente conozco demuestran bien a las claras que no son precisamente los que encabezan las listas municipales los que negocian acuerdos de cara a la constitución de los gobiernos locales.
Así pues, no solo afirmo que no estamos todos en esta fotografía incompleta, sino que seguirá inmutable si ETA no desiste o Bildu la rechaza y demuestra su racionalidad pidiendo su disolución y no actuando como si no existiera. Ojalá me equivoque, pero tengo la impresión de que esto va para largo.
(Joseba Marcaida es presidente de Zaitu, Asociación en pro de amenazados, perseguidos y exiliados por causa de ETA)
Joseba Marcaida, EL CORREO, 28/5/2011