Son cosas que un político en la España actual debería traer aprendidas de casa. Nos gobiernan personas con mentalidad totalitaria que poseen una inimaginable capacidad para la mentira. Acercarse a ellas supone hacerlo como con un tigre hambriento. El final del encuentro es perfectamente imaginable y, por mucha buena voluntad que se tenga y sean sinceros los deseos de evitar que te devore, el tigre se ve obligado a hacer lo único que sabe. No se le puede pedir al felino que cambie sus hábitos ni pretender que Sánchez deje de ser una máquina trituradora de personas con tal de mantenerse en el poder. Digo esto por todas las personas que, con la mejor de las intenciones, me han reñido amablemente por mi artículo de ayer sobre Arrimadas. Darle cuerda a Sánchez no puede hacerse desconociendo el uso torticero que hará de ello. Vean. Por un lado, le ha servido para advertir a los de Esquerra que siempre podrá prescindir de ellos, de ahí la airada reacción de mosén Junqueras, ahora trabajador del archivo de Poblet, diciéndole al presidente que si continúa apoyándose en la formación naranja la legislatura va a durar poco. Ha servido también para que el otro tigre de la guarida, Iglesias, diga que sí que no se cuestiona su presencia en el Gobierno, le parece bien que Ciudadanos ayude a mantener la estrategia de alargar el estado de alarma el máximo posible.
No se acerca uno al devorador inmisericorde ignorando todo esto. Cuando emprendes esta aventura es porque te sabes protegido. ¿Y qué lleva Inés en las alforjas para creerse a salvo? Porque, insisto, no la creo tan ingenua como para intentar cabalgar al tigre, sabiendo que montarlo es difícil, pero lo es mucho más bajarse. Sánchez no buscaba tan solo, que también, prolongar un estado totalmente alegal por el uso torticero que hace del mismo, con negativas a facilitar informaciones esenciales como nombres de proveedores o los integrantes del consejo asesor científico o el cerrojazo en la información de los suculentos contratos con empresas sin dirección conocida. Quería contar con otro as en la manga para seguir haciendo trampas en el juego de tahúres en que se ha convertido la gobernabilidad. Entiéndaseme, no es Inés la que ha llevado a Sánchez hasta el constitucionalismo, sino todo lo contrario.
En su partido la defienden con uñas y dientes, pero la realidad es esta: Ciudadanos no ha ganado nada con su apoyo a la prórroga y, en cambio, Sánchez lo ha ganado todo. Ni siquiera han conseguido convertirse en socios preferentes, porque la misma Carmen Calvo lo desmentía en televisión. Lo siguen siendo los separatistas, los bilduetarras, los bolivarianos. Además, y esto va para los que tienen una calculadora sin pilas, dudo mucho de que el gesto de Inés haya servido para que sus electores desengañados vuelvan. Lo del otro día solo ha sido útil a Arrimadas. Punto. Los que dejaron de votarles no han de volver al redil, y se irá cada uno a su corral originario. En la mayoría de España, al PP o incluso a Vox; en Cataluña, el enorme voto prestado que antes fue socialista vaya usted a saber dónde irá.
Hay que entender que cuando se fue Rivera, lo hizo por un batacazo electoral enorme, brutal. Y actúa como persona de bien, honesta y mucho me temo que cansada de tanta conspiración veneciana
Hay que entender que cuando se fue Rivera, lo hizo por un batacazo electoral enorme, brutal. Y actúa como persona de bien, honesta y mucho me temo que cansada de tanta conspiración veneciana. Pero no es la negativa de Rivera a pactar con el PSOE la responsable de ese hundimiento, porque fue Sánchez el que dijo a los suyos cuando le coreaban “con Rivera no” que lo había entendido. El tigre mediático y económico se había propuesto deglutir a un partido que, por vía de ejemplo, pensaba cambiar las listas cerradas, con lo que el nepotismo clientelar se iba al carajo. O implementar un sistema de primera y segunda vuelta, con mínimos para acceder al congreso, que iba en contra de los intereses de nacionalistas vascos y catalanes.
Que ahora Arrimadas juguetee con ese tigre, que conoce a la perfección porque sabe quién está detrás de los que se hacen pasar por gobernantes sin decirnos a quien sirven cuando alzan las banderas, parafraseando a Serrat, no puede ser inocente ni casual. Y ella no ha esperado tanto tiempo su momento para plantarse ante la cueva del temible felino a cuerpo gentil. Tiene una bala en la recámara. El tiempo, tampoco demasiado, nos dirá cuál es.
Porque de la misma manera que en política no existen tigres vegetarianos, tampoco hay víctimas propiciatorias que se ofrezcan al sacrificio. ¿Dejemos de hablar de cosas altisonantes como el bien público y hablamos de política en serio?
Quizás entonces empecemos a entender que tigre no come tigre y que el festín se lo van a dar a cuenta de otro.