Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Como en estos tiempos de inmensa incertidumbre todos queremos saber qué es lo que va a pasar -unos se conforman con conocer cuándo podrán ir a Castro, pero la mayoría quiere averiguar lo que va a suceder con su empleo-, los institutos de análisis y los organismos reguladores se afanan por otear el horizonte y escudriñar la dirección y la intensidad de la tormenta que nos acompaña desde que apareció en Wuhan el maldito bicho. Aun sabiendo que todo son estimaciones y que solo la realidad será quien muestre la hondura verdadera de la crisis, lo cierto es que, primero, todas las previsiones son muy malas y, segundo, todas las previsiones empeoran a las anteriores.
Ayer fue el Banco de España el encargado de amargarnos la tarde. Como ya es habitual, plantea tres escenarios. Uno es muy malo, el segundo es peor y el tercero es pésimo. No creo que se merezca usted un aluvión de cifras, que por otra parte tiene a su disposición en esta misma página si quiere castigarse con mayor severidad. Yo solo le voy a comentar la música. La letra la tiene ahí bien cerca.
La caída de la actividad va a ser muy intensa. Si el 9% era antes la peor previsión, ahora es la mejor. A lo que se añade el hecho de que ni en 2021 ni en 2022 recuperaremos el nivel de 2019 que, como quizás recuerde, iba ya perdiendo potencia a chorros. El paro se nos va, en cualquier caso, al 18%, un nivel del que no bajará en 2021 y solo ligeramente en 2022. El BdE alaba la tarea de contención que han producido los ERTE, pero se teme que «una parte importante» de los tres millones de personas que se han acogido a ellos y que poco a poco se van incorporando a su puesto de trabajo habitual vayan a pasar directamente al paro. Conocer ese dato sí que sería importante, pues es el que va a determinar todos los demás.
Por su parte, el déficit público se va casi hasta el 10% y no piensa bajar del 5% hasta 2022. Le recuerdo que el compromiso europeo consistía en situarse por debajo del 3%. ¿Por qué se ríe a carcajadas, no sabe que es de mala educación? Pues por ahí van a venir los problemas más graves, que saltarán de la economía primero a lo social y más tarde a lo político. Lo digo porque no vamos a tener dinero para pagarnos el nivel de gasto que pretendemos.
Hay quien supone, ingenuamente, que bastará con apretar a los ricos para pagarlo todo. Se equivoca, ni tenemos tantos ricos ni nos gusta tenerlos. Solo Europa puede proporcionarnos el dinero que vamos a necesitar. La duda es lo que nos pedirá a cambio y si estaremos dispuestos a concedérselo. Ahí nos la jugamos.