EL MUNDO 26/09/15 – ENTREVISTA JOSÉ MANUEL GARCÍA-MARGALLO – Ministro de Asuntos Exteriores
· Ni reforma constitucional, ni cesión del IRPF ni suspensión de la autonomía. El jefe de la diplomacia afronta este domingo electoral con un discurso ortodoxo y contemporizador. Asegura que le «duele Cataluña porque le importa España».
Le han criticado y se le nota. El siempre expansivo jefe de la diplomacia huye ahora de los titulares como si fuera el mismísimo Rajoy y hasta lo dice, para que conste. José Manuel García-Margallo, un político arrojado, culto, generoso, versátil, hiperactivo y con un alto concepto de sí mismo, se siente orgulloso de haber contribuido, y mucho, a la campaña contra la independencia, pero no quiere sumar más líos a los de sus propuestas en solitario y acata el argumentario con disciplina jesuítica.
Pregunta.– ¿Tiene la sensación de haber sorteado el síndrome Pizarro frente a Solbes tras su debate con Junqueras?
Respuesta.– No se me había ocurrido que podría tener ese síndrome.
P.– Lo digo porque hay quienes aseguran que perdió usted el debate.
R.– Uno tiene entusiastas en sus propias filas y en las contrarias. El público siempre tiene razón.
P.– ¿Y cuál es su propia opinión?
R.– Yo lo que pretendía es que el votante nacionalista reflexionara y creo que sembré la duda en él. Recuerde: Un punto de contrición da al alma la salvación. Lo que quería es colocar algunos mensajes, y creo que fueron muy nítidos.
P.– Perdón por la insistencia: ¿ganó o perdió el debate?
R.–Yo no estoy para ganar o para perder, estoy para ayudar a mi partido y a los que no quieren la secesión. Y si esos mensajes han calado y han hecho reflexionar a la gente, los que han ganado han sido los catalanes. Yo a estas alturas de mi carrera no voy a una trinca de oposiciones, ya soy doctor en Derecho.
P.–El caso es que son muchos los que en su partido lo juzgaron un riesgo innecesario y hasta una baza gratuita al adversario. ¿Qué le hace pensar que arañó votos para hoy?
R.– Que al señor Cornet, director de campaña, y al señor García Albiol, que es el candidato, les pareció bien y que están contentos con el debate. Había que suscitar estos mensajes. Mi lucimiento personal es algo que me trae bastante sin cuidado. Hay dos anécdotas que a mí me emocionaron: un Guardia Civil que me dijo ‘cuídenos España’, al que contesté: no se preocupe, llevamos 500 años intentando destruirla y no lo hemos conseguido; y unas señoras catalanas que me dijeron ‘no nos dejen solos’. Por tanto, corro riesgos. A unos no les gusta porque a lo mejor prefieren estar en barrera, y a otros, porque no les soy simpático, cosa bastante inexplicable.
P.– Esta exposición del ministro y la propia movilización de la campaña del PP, ¿no desmiente la política de perfil bajo de su Gobierno en estos cuatro años de legislatura?
R.– Si manejáramos los datos con corrección, no. Porque yo desde el minuto uno he convocado todos los viernes una reunión de gente de dentro y de fuera del Ministerio que, entre otras cosas, redactó un documento que está en la página web sobre Convivencia Democrática, en el que se analiza el problema punto por punto. Y no he parado un segundo de llamar la atención sobre lo que podía ocurrir, dentro y fuera de España.
P.– Lo cierto es que no mucha gente se ha enterado de ese documento o esa web. De lo que se ha enterado es de que durante mucho tiempo Rajoy ha dicho que esto de la independencia no se iba a producir y, de repente, está hablando de los peligros de que se produzca.
R.– No estamos hablando de los peligros de que esto se produzca. Estamos diciendo que hay unos que creen que la independencia es posible y no tiene costes, lo que no es verdad; y otros que piensan que votando a la lista independentista sin querer la independencia se facilita una negociación con el Gobierno central, lo que también es falso..
P.– El éxito de la diplomacia española en esta campaña ha sido más visible y menos discutida que el debate en cuestión, a tenor de las declaraciones de Obama, Merkel, Cameron… Pero ¿de verdad cree que la falta de reconocimiento internacional detendrá a los independentistas si logran la mayoría?
R.– Yo no sé si eso les va a a detener o no. Lo que sí digo es que no va a haber reconocimiento internacional, y que se oiga a quienes pueden atestiguarlo. A partir de ahí, lo que haga cada cual, no tengo ni idea.
P.–A vueltas con los recelos de los suyos, ¿se ha transformado usted en el verso suelto del Gobierno?
R.– Yo no he sido nunca un verso suelto. He sido educado en los jesuitas, y los jesuitas tenemos un cuarto voto que es la obediencia al Pontífice. Tengo una relación más que especial con el presidente Rajoy y no haría nunca nada que pudiera perjudicarle. Mi única ambición es que vuelva a ganar las elecciones. Dicho eso, lo que no soy es un señor que está en el asiento para decir lo que va a agradar al César o para intentar adelantarse a sus deseos.
P.–La campaña arrancó ya con la regañina por promover en solitario una reforma constitucional y la cesión del IRPF. ¿Cree que ambas ideas volverán necesariamente a abrirse paso en la próxima legislatura?
R.– La reforma constitucional sólo debe producirse de acuerdo con los procedimientos establecidos por la propia Constitución y cuando haya un consenso como el del 78. Además, debe servir para resolver problemas, no para crearlos según un criterio de oportunidad. Sólo si eso es así habrá que abordarla. Pero esas condiciones no se dan ahora. Por tanto, hablar de la reforma constitucional es absolutamente prematuro.
P.– Con reforma o sin reforma, usted siempre ha defendido la vigencia del artículo 155 de la Carta Magna. ¿Habría que aplicarlo en el caso de que se diera, tras este domingo, la anunciada declaración unilateral?
R.– El artículo 155 forma parte de la Constitución, por tanto se puede aplicar cuando se den las circunstancias. Pero en el derecho y en la vida siempre se aplica el principio de gradualidad y proporcionalidad. Y en mi opinión, una declaración inconstitucional de independencia debe y puede ser corregida por el Tribunal Constitucional. Para eso se ha reformado la ley basándose en la Constitución austriaca, que nadie dirá que no es una Constitución democrática; para no tener necesidad, en el supuesto que usted me plantea, de acudir a ese artículo. El Tribunal Constitucional tiene la capacidad de declararlo inconstitucional, y punto.
P.– ¿Por qué al ministro de Exteriores le duele tanto Cataluña?
R.–Yo entré en política porque me importa España, y como el problema territorial es uno de los grandes problemas de España, pues me duele Cataluña, aparte de que soy nieto de catalana. Era perfectamente consciente de este problema al entrar en política con 16 años, cuando estudiaba en el País Vasco. La primera vez que yo escribo sobre esto es en Harvard, donde hice una tesina sobre la Hacienda federal.
P– ¿Es verdad que enmendó usted el texto constitucional para que se añadiera «indivisible» a la ya reconocida «indisoluble unidad de la nación española?
R– Sí. Yo era diputado por Melilla, y me pareció que la palabra indivisible, que estaba en Constituciones anteriores y en la portuguesa, remachaba. Se lo planteé al Grupo de UCD, que entendió que era hacer más ruido del necesario. Decidí plantearla a título personal y, ante el disgusto de muchos, la ponencia la creyó oportuna y la enganchó para reforzar el artículo 2.
P–¿Pensó entonces que España estaría tan cerca como hoy de la secesión?
R–Que iba a haber un problema de tensión territorial en España era absolutamente predecible para cualquiera que tuviera dos dedos de frente. Y esto se atajó con una gran generosidad por parte de los constitucionalistas, con un régimen de autogobierno como jamás ha tenido Cataluña a lo largo de su historia, sin parangón en todo el mundo, ni siquiera en los países confederales como Suiza.
P– ¿Dónde está el germen del problema en esta última etapa democrática: en Pujol, en Zapatero…?
R–Intentar personalizar este problema sólo es entretenido para los titulares. Las secesiones en Cataluña, que por cierto siempre han terminado mal, se han intentado siempre en un momento de debilidad de España. En 1640, con la secesión de Portugal; en 1714 con la guerra dinástica; en 1931, con el cambio de régimen.. Y ahora ha habido una crisis salvaje, la de 2007, que ha llevado al Gobierno de Cataluña a buscar un enemigo exterior.
P.–¿Y hasta qué punto ha podido contribuir al agravamiento del problema la política de su Gobierno en estos años? ¿Cree, por ejemplo, que el FLA debió haberse condicionado al cierre de las famosas embajadas catalanas?
R.- Mire, ya me he metido en bastantes líos como para meterme en otro sobre cómo se gestiona el FLA. Eso, que lo conteste el ministro de Hacienda.
P- ¿Cómo va lo suyo, por cierto, con Montoro?
R.– Divinamente.