SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 22/03/13
· La Fiscalía podía haberse ahorrado el esfuerzo de pedir al Parlamento la intervención de Laura Mintegi en el Pleno del pasado 14 de marzo. No creo que la portavoz batasuna haya representado nunca con más fidelidad el sentir, y quizá el pensar, de sus votantes que en la ocasión señalada. Para eso precisamente se inventó el aforamiento: para que los representantes de los ciudadanos pudieran tener barra libre y libertad de expresión total.
Por eso, la investigación del Ministerio Público está condenada a disolverse en melancolía. «Eso [la muerte de Buesa] es una tragedia y además son todas evitables, absolutamente evitables, porque tienen un origen político. Y eso depende de la sociedad, depende de las personas, depende de los políticos».
¿Por qué creerá Mintegi que el calificativo (político) le quita hierro al sustantivo (asesinato) cuando realmente es al revés? Los criminales políticos que constituyen el brazo armado, aunque inactivo, de la señora Mintegi, mataron mucho sin tener ningún motivo personal contra sus víctimas, cuando podrían haber tenido tantas cosas impersonales a su favor. Piensen en el asesinato perpetrado con propósito de robo y repitan con Mintegi: el crimen del expreso de Andalucía fue una tragedia y además evitable, porque tenía un origen económico. Nada personal, sólo negocios, se excusaban los Corleone.
Los batasunos son el último brote de la España decimonónica que tanto le gustaba a Bergamín. Se les han quedado antiguos el agravio, la pasión y el lenguaje. Se llamaba políticos en las cárceles franquistas a los presos por delitos de asociación y expresión, actividades legítimas allende las fronteras de la dictadura. Pero asesinar a un policía o poner una bomba en una cafetería eran delitos de derecho común en todo el mundo, por mucho arraigo que tuvieran las convicciones del asesino.
Tiene razón Mintegi. El asesinato de Buesa fue político. Como el de todos y cada uno de los 858 perpetrados por ETA. No era una cuestión personal para los asesinos; simplemente necesitaban aquella sangre para su comunión totalitaria. Las víctimas fueron políticas porque sus asesinos estaban animados por un delirio político. Otro tanto cabría decir de los crímenes racistas, de Pol Pot, Ríos Montt, o del asesinato de Yolanda González. Emilio Hellín Moro también fue un asesino con ideología, un criminal político.
Laura Mintegi debería explicarles a sus cómplices de Amaiur lo que dijo en Vitoria: no fue un accidente de tráfico, no fue un infarto, no fue un cáncer. La muerte de Yolanda tuvo un origen político, por eso era evitable. Yolanda es como Buesa; Emilio Hellín es como nuestro Josu Ternera, pero madrileño y minorista.
Coppola tituló una película Rumble fish, para describir a los jóvenes y violentos hijos del agobio, peces tan agresivos que atacaban su propia imagen reflejada en el cristal de la pecera. Como los de Amaiur, creen que es el asesino Emilio Hellín, sin darse cuenta de que es Josu Ternera. La primera diferencia es cuantitativa. La segunda, que el asesino Hellín ha cumplido su condena.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 22/03/13