Patxo Unzueta, EL PAÍS, 9/6/2011
La democracia no sirve para dar la felicidad; sus fines son más modestos: elegir a los gobernantes por un periodo limitado. Posibilidad que solo se valora cuando no se tiene o hay peligro de perderla.
Con la victoria de los conservadores en Portugal apenas quedan países con Gobiernos de izquierda en Europa. Pero que el partido ganador se llame Partido Social Demócrata recuerda que hubo un tiempo no tan lejano en que la derecha tuvo que adoptar denominaciones como esa para poder competir. Lo que a su vez relativiza un tanto la idea de que estamos asistiendo al agotamiento definitivo del ciclo socialdemócrata; hay un cambio de tendencia iniciado a mediados de la década pasada, pero los ha habido otras veces en ambos sentidos sin que nunca fueran definitivos.
Una visión desapasionada de la evolución electoral de los principales países en las últimas décadas revela que el deseo de alternancia es tan determinante para el votante como pueda serlo el programa o el liderazgo, con el resultado de un equilibrio entre Gobiernos de derecha y de izquierda.
Si democracia es un sistema político que «permite derrocar al Gobierno sin derramamiento de sangre, mediante una votación», según la definición escueta pero exacta de Karl Popper, hay que concluir que cumple lo que promete.
En la más vieja democracia, la británica, entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la reciente victoria de Cameron, los conservadores habían ganado en ocho de las 15 elecciones generales celebradas, y los laboristas en otras tantas, aunque los primeros gobernaron seis años más. Con la particularidad de que a las tres victorias consecutivas de Margaret Thatcher (más una cuarta de su sucesor, John Major, lo que supuso 18 años consecutivos de Gobierno conservador, el triple de la permanencia media de cada uno de los dos grandes partidos) siguieron otras tres victorias consecutivas del laborista Tony Blair.
En Alemania, como en los otros dos países del Eje, Italia y Japón, el partido que ganó las primeras elecciones de postguerra se mantuvo por largos años en el poder. La Democracia Cristiana alemana, durante dos décadas, entre 1949 y 1969. Pero a partir del primer triunfo socialdemócrata, el SPD ganó las elecciones en cinco ocasiones (1969, 1974, 1980, 1998, 2002) y en seis, la CDU (1983, 1987, 1990, 1994, 2005, 2009).
En la Francia de la V República, con una Constitución tallada a la medida del gaullismo, el centro-derecha gobernó ininterrumpidamente entre 1958 y 1981; pero desde la primera victoria del socialista Mitterrand, hace 30 años, hasta hoy ha habido presidente socialista durante 14 años (1981-1995) y de centro-derecha durante 15. En ese mismo periodo, el centro-derecha ha ganado seis elecciones legislativas y el centro-izquierda otras seis, con la particularidad de que en dos ocasiones (en 1986 y en 1997) ha habido cohabitación entre presidente de izquierda y Gobierno de derecha, o viceversa. Pero lo más llamativo de estos años viene siendo la inclinación del electorado francés por el cambio de preferencias de una elección a la siguiente, sea cual sea su ámbito territorial.
En Italia, la Democracia Cristiana, en solitario o con aliados menores, gobernó ininterrumpidamente entre 1948 y los años 80, pero tras la crisis del sistema, a comienzos de los 90, la nueva derecha, representada por Berlusconi, se ha alternado con combinaciones diversas de centro- izquierda (con Amato, D’Alema o Prodi).
En fin, fuera de Europa es también llamativo que en 13 de las 26 elecciones celebradas en Estados Unidos en los 100 años que van de 1908 a la elección de Obama en 2008, vencieron los demócratas y en otras 13 los republicanos.
¿Y en España? Hasta la victoria de Zapatero en 2004 había un equilibrio entre los 13 años y medio de Gobiernos de centro-derecha (los presididos por Suárez, Calvo-Sotelo y Aznar) y los 13 años y medio de Felipe González. Para volver a ese equilibrio, el PP tendría que ganar las dos próximas elecciones. Si lo hace en 2012, se producirá una novedad: será la primera vez que España se alinee con la mayoría de países de la UE: cuando ganó Felipe González, la derecha dominaba ampliamente, y cuando lo hizo Aznar, era la izquierda la que marcaba el paso: en 1998, 13 de los 15 Gobiernos de la Unión, incluyendo los de Berlín, Londres, París y Roma, tenían Gobierno de izquierda, y se hablaba del agotamiento del ciclo liberal con el mismo énfasis con que ahora se diagnostica el colapso de la socialdemocracia. Pero ya se ve que, mientras haya posibilidad de votar, ninguna derrota es definitiva; ni ninguna victoria.
«Nuestros sueños no caben en vuestras urnas», proclamaba estos días un letrero de los acampados en la Plaza de Cataluña de Barcelona. Es una hermosa queja que sin embargo parte de un malentendido: la democracia no sirve para dar la felicidad; sus fines son más modestos: elegir a los gobernantes por un periodo limitado. Posibilidad que solo se valora cuando no se tiene o hay peligro de perderla.
Patxo Unzueta, EL PAÍS, 9/6/2011