ABC 13/07/17
EDITORIAL
DECIR, como dijo ayer Manuela Carmena, que «no se puede estar todo el día colgando pancartas del Ayuntamiento» es el mayor ejemplo de cinismo intelectual y sectarismo ideológico jamás visto en la corporación madrileña. Finalmente, no colgó en Cibeles una pancarta de homenaje a Miguel Ángel Blanco, y no tiene un pase porque es una ofensa objetiva a todos los madrileños. Nadie duda de que Carmena sintió el asesinato de Blanco. Pero ser ahora partícipe de una operación política para denostar el significado real de aquel crimen en nuestra democracia es inmoral. Sea o no presa de Podemos, o de dirigentes de ese partido que han elogiado a etarras o se han mofado de las víctimas, Carmena vuelve a fallar. Su homenaje ayer a Blanco fue un acto insuficiente y realizado exclusivamente para aparentar una solidaridad que objetivamente Podemos no tiene, con sus engaños y mezquindades.
Manuela Carmena cuelga las pancartas que le vienen en gana y cuando le viene en gana. Y si pretendía no singularizar a Miguel Ángel Blanco, en realidad sí lo ha hecho, pero con una lamentable discriminación negativa que pesará en su conciencia. Carmena no es una recién llegada. En su trayectoria como juez de vigilancia penitenciaria tiene en su haber la concesión de múltiples permisos y excarcelaciones a etarras. Y en su ADN ideológico lleva grabada una hiriente equidistancia, que se ha completado con el veto de Podemos este martes a una declaración en el Congreso en favor del líder opositor venezolano Leopoldo López. Podemos no logra evitar su perversión de la democracia y su humillada servidumbre al régimen chavista, entre otros motivos porque ha recibido dinero de él. Tarde o temprano las urnas le pasarán factura por tantos gestos despreciables.