Gorka Maneiro-Opinión
Todo ha empeorado en España, incluida la propia izquierda, convertida en populista y nacionalista
Estos días se cumplen dos años de mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, de la que es presidenta desde agosto de 2019 cuando, contra todo pronóstico, logró mantener la hegemonía del centroderecha en la región de la mano de Ciudadanos, partido que nació en el centro izquierda y demudó en liberal y de derechas para disputarle ese espacio al PP, por necesidades del guion y sobre todo de Albert Rivera, lo que, a la postre, terminó condenándolo; luego prefirió ser muleta en lugar de alternativa, lo que significó su ostracismo antes de su eclipse definitivo. Dos años después, en 2021, Ayuso, para evitar una supuesta traición de Ignacio Aguado vía moción de censura, decidió adelantar sorpresivamente las elecciones, lo que provocó la desaparición de Ciudadanos y la jubilación política de Pablo Iglesias, quien había decidido dejar el Gobierno de España y presentarse en Madrid para rescatar a los madrileños de las garras de Vox y salvarlos del fascismo, ridícula operación que terminó como el rosario de la aurora.
Ayuso pasó de 35 a 65 diputados, más que toda la izquierda junta. Al parecer, los ciudadanos dieron su nihil obstat no sólo al fascismo que los acorralaba sino, incluso, a la gestión desplegada por el PP contra la pandemia, con sus luces y sus sombras. Una especie de síndrome de Estocolmo en versión castiza. Sarna con gusto no pica, debió de pensar Iglesias antes de recoger sus bártulos y dedicarse a otros menesteres más elevados, como crear un podcast, hacerse tertuliano o mantener un bar con dinero ajeno, lo que es más solidario y sale más barato, una especie de cooperativa posmoderna pero salvaguardando la titularidad del negocio. No sabe nada. Ya en 2023, Ayuso alcanzaba la mayoría absoluta, lo que le permite no sólo gobernar sin Vox desde entonces sino, precisamente por ello, achicar el espacio de los de Abascal y ensanchar el propio. Las encuestas vaticinan incluso un incremento de su mayoría, lo que significaría el penúltimo fracaso de la izquierda oficial en Madrid en varias décadas.
Algo tendría que poder ofrecer la izquierda política frente a la derecha clásica en una capital europea y en pleno siglo XXI, no vayamos a pensar que se han quedado sin ideas, lo que explicaría quizás que se estén quedando sin votantes
No dudo de la capacidad política de Isabel Díaz Ayuso sino todo lo contrario, y a la vista están los resultados; es, sin duda, un líder político de envergadura, con el verbo fácil, el colmillo afilado y sin pelos en la lengua, a todo lo cual suma esa chulería madrileña que si no existiera habría que inventarla. Sin embargo, y sin olvidar sus méritos, parte de su monumental éxito se lo debe a la izquierda, incapaz de conformar y ofrecer a los madrileños una alternativa. Porque algo tendría que poder ofrecer la izquierda política frente a la derecha clásica en una capital europea y en pleno siglo XXI, no vayamos a pensar que se han quedado sin ideas, lo que explicaría quizás que se estén quedando sin votantes. Sobre todo cuando la propia izquierda ubica a Ayuso en la derecha de la derecha y la tiene entre ceja y ceja como adversaria principal a la que derrotar algún día. Si es tan nefasta, ¿cómo es que, en lugar de votarte a ti, le votan a ella?
Candidatos y proyecto
Desde luego, a mí se me ocurren asuntos relevantes sobre los que construir no sólo un discurso sino un programa político y una alternativa genuinamente de izquierdas sin que tal cosa deba llevar obligatoriamente a mantener discursos extremistas, apocalípticos o rupturistas, es decir, sin hacer el ridículo; al fin y al cabo, la ciudadanía suele ser más sensata de lo que se piensa y, desde luego, hay formas para convencerla de las buenas ideas que uno tenga (siempre que las tenga, claro), sobre todo si se dispone de recursos económicos, cuadros y capacidad mediática. Y a mí se me ocurre, por un lado, una izquierda que critique y se oponga no sólo a las mentiras de Sánchez o a la corrupción que lo rodea sino a sus medidas contra una mayoría de españoles, como los indultos o la amnistía a los golpistas, el trato de favor otorgado a las regiones donde gobiernan los independentistas o la colonización de todas las instituciones y la Justicia, todas ellas medidas profundamente reaccionarias; por otro lado, la articulación de una oposición creíble a las políticas de Ayuso y un discurso inteligente sobre cuestiones relevantes, como los servicios públicos, las políticas fiscales, la inmigración, la educación o la vivienda, que recupere los votantes perdidos y atraiga a los más jóvenes. Pero el PSOE prefiere presentar a Óscar López, apoteosis de la vieja política en el fondo y en la forma, mientras que Sumar y Podemos, culmen de la hipocresía y de la confraternización con los nacionalistas de la peor ralea, se desangran. Tengo claro que el problema es profundo y afecta a la izquierda en su conjunto, obsesionada con su relato inverosímil contra la extrema derecha mientras se entrega a la extrema derecha si esta es nacionalista. Desde luego, no se trata de candidatos sino de proyecto, pero la cosa sólo puede empeorar si uno, además de carecer de proyecto, escoge a los peores sólo porque son los más sectarios o los más obedientes. Y no sólo en Madrid sino en otras partes de España.
Quizás cuando pierda la Moncloa, sea el momento propicio de que surja una izquierda no sólo decente sino, ya de paso, con buenas ideas que puedan ser defendidas frente a sus contrincantes políticos
Además de los dos años de la mayoría absoluta obtenida por Ayuso, se cumplen siete años de la moción de censura que jubiló políticamente a Rajoy y llevó a la Moncloa a un tal Pedro Sánchez, cuyo máximo objetivo, según se nos dijo, era limpiar España de corrupción y malas prácticas políticas. Desde entonces, todo ha empeorado en España, incluida la propia izquierda, convertida en populista y nacionalista y, por lo tanto, con un espacio mucho más reducido. Ya lo venía siendo desde Zapatero, pero Sánchez ha cavado más hondo; ahora incluso se compra aforamientos para protegerse de la acción de la Justicia, que es como huir en un maletero pero sin vergüenza. De momento es cierto que gobierna España, pero todo parece indicar que por poco tiempo. Quizás cuando pierda la Moncloa, sea el momento propicio de que surja una izquierda no sólo decente sino, ya de paso, con buenas ideas que puedan ser defendidas frente a sus contrincantes políticos. Ni siquiera se trata de ganar obligatoriamente dado que algunos feudos son más complicados que otros y el adversario también juega, sino de, al menos, pelear el partido y no dar vergüenza ajena. De verdad que no puede ser tan difícil. El problema es que con esta izquierda es imposible.