Tonia Etxarri-El Correo

Quedan pocos testigos ya de los campos de concentración utilizados por los nazis como centros de exterminio que sirvieron de laboratorios de limpieza étnica contra los judíos, enemigos políticos, presos comunes, romaníes y homosexuales a finales de la Segunda Guerra Mundial. En plena conmemoración de la liberación de los prisioneros por los soldados soviéticos del ejército rojo, en la Polonia ocupada entonces por los alemanes, en Auschwitz, participaron ayer los miembros de todas las casa reales de Europa para rescatar de nuestra memoria la etapa más negra del siglo XX. Pero los últimos supervivientes nos advierten, como una sentencia maldita, que de aquel horror, fruto de la inoculación del odio, «no hemos aprendido nada», ochenta años después. Y tienen razón. Mientras proliferan las visitas turísticas al «lugar más terrible de la tierra», según lo describió el periodista y teniente coronel Boris Polevoi, al «punto más álgido de Hitler en su empeño en deshumanizar el mundo», el pasado nos devuelve a un presente inquietante.

Si los salvajes atentados del 7 de octubre de 2023 en los que los terroristas de Hamás asesinaron a 1.200 ciudadanos judíos y secuestraron a otras 250 personas han conseguido dar la vuelta al relato, es porque la izquierda en general ha sucumbido a una implosión de antijudaísmo y antisionismo. Una parte de Occidente está recuperando el odio a los judíos. Después de un año de horror y muertes indiscriminadas por la reacción de Israel en su pulso con Hamás que utiliza a su población como escudos humanos, la víctima -que fue el Estado de Israel- se ha convertido en el Estado agresor.

La coalición fanática del mundo yihadista quiso provocar, aquel fatídico 7 de octubre, una reacción desmesurada de Israel para que el mundo se le echara encima. Y lo consiguió. Esa espiral ya la describieron, magistralmente, los guionistas de la serie ‘Fauda’ en donde se ve a los yihadistas planear la colocación de un explosivo de gas nervioso en una sinagoga con el fin de que Israel reaccionara atacando a los Territorios Palestinos. La ficción, en este caso, calcó la realidad. Porque fue eso lo que ocurrió a raíz de la matanza y los secuestros del 7 de octubre de 2024.

Cabe recordar que la creación del Estado de Israel, después de la liberación de Auschwitz, se debió a que la ONU apoyó la creación de los dos Estados que los palestinos nunca quisieron reconocer. A estas alturas, resulta difícil imaginar una posible vuelta al punto de partida, con la resolución 181. «Desde el río hasta el mar», han repetido frívolamente algunos ministros del gobierno de Sánchez emulando la consigna adaptada de Hamás que clama por la destrucción de Israel. Primo Levi, el escritor judío que sobrevivió al Holocausto, insistió en la necesidad de profundizar en el conocimiento del horror. «Lo sucedido puede volver a suceder. Las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo». La propaganda contra Israel recuerda a la propaganda de los nazis. Hay que estar alerta a las nuevas corrientes de promoción del odio. No queda más remedio.