Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • Lo peor que puede hacer el líder del PP es alimentar el frentismo y la polarización convirtiéndote en una copia edulcorada de Santiago Abascal

Nadie puede aspirar a gobernar diciéndole a jubilados (9 millones) y funcionarios (3 millones) lo que no quieren oír. Anunciando que de ganar las elecciones van a meter en vereda a ambos colectivos. Esto es, que las pensiones no pueden seguir actualizándose conforme al IPC, salvo riesgo cierto de colapso del sistema, y que es imprescindible un plan integral de modernización de las administraciones que pase por reducir sustancialmente en algunas áreas el número de empleos públicos -aprovechando el proceso de digitalización-, y por actuar en serio contra el absentismo y la baja productividad.

Será la Unión Europea la que, en relación a estos y otros desajustes, acabe imponiendo medidas desagradables cuando vengan mal dadas, que vendrán. Sin ir más lejos cuando el forzoso incremento del gasto en Defensa o las ingentes inversiones a realizar en el terreno de las nuevas tecnologías, anunciadas por Ursula von der Leyen, se coman el crecimiento del PIB. El trabajo sucio que lo hagan otros.

Entretanto, criticar al Partido Popular desde posiciones turboliberales, o cuasi falangistas, por apoyar el decreto que ratifica la revalorización de las pensiones, prorroga los descuentos en el transporte o amplía las ayudas por la DANA, lo que pone en evidencia es el desconocimiento de la sociología hispana, en un caso, y el pancismo político del partido limítrofe en el otro.

Al PP le espera una celada como la del decreto ómnibus en cada esquina y, en este escenario, es imprescindible reafirmar el estilo de liderazgo que concitó un insólito consenso tras la dimisión de Pablo Casado

Yo sigo pensando que es improbable que esta legislatura llegue a su fin. Pero también reconozco que mi problema es que aplico al análisis una imprudente racionalidad. Que si la insostenible debilidad parlamentaria, que si el chantaje permanente de los independentistas, que si la grosera ocupación de las instituciones, que si el inquietante horizonte judicial… Lo reconozco: tratándose de Pedro Sánchez, cualquier argumento, por muy sólido que parezca, corre el riesgo de convertirse en un bla, bla, bla sin ningún recorrido. Nos guste o no, por más irreversibles que puedan llegar a ser las consecuencias de la extorsión o acelerado el deterioro institucional que sufre el país, hoy por hoy, conviene reconocerlo, esto tiene el aspecto de ir para largo.

Y el problema de Alberto Núñez Feijóo es que su horizonte es un camino plagado de bifurcaciones en las que, de no tener las ideas muy claras, y además aplicarlas sin vacilaciones, puede equivocar la dirección y acabar en el borde del barranco, si no más allá. En el decreto ómnibus había unas cuantas ratoneras, incluida una que ha llamado mucho la atención y no era más que un anzuelo-trampa en el que algunos han picado como pardillos: el “regalo” al PNV en forma de palacete parisino.

(Paréntesis: el inmueble, como ha recordado el que fuera presidente del Parlamento Europeo, Enrique Barón, “fue comprado en 1937, a título personal, pero por encargo del PNV, por Marino de Gamboa, con la aportación de varios vascos exiliados en Estados Unidos”, siendo ocupado en 1940 por la Gestapo. En 1943 fue adjudicado al Estado español, y en 1951 un tribunal francés ordenó su entrega a la dictadura de Franco en base una sentencia dictada durante la ocupación nazi. Es esa “legitimidad”, la franquista, la que ahora enarbola Vox para rechazar la devolución.)

La España sociológica

Vendrán más encrucijadas, y puede que no tan sencillas de descifrar. De momento, y cuando el centro-derecha europeo hace décadas que asumió preceptos antes solo defendidos por la socialdemocracia, y sobre los que se fue construyendo el Estado de bienestar, no parecen justificadas las críticas al líder del PP por apoyar el decreto ómnibus tras su revisión.

Porque en este caso habría sido un error situar, como hace Vox, la táctica por delante de la estrategia. Feijóo, tras comprobar que no había unanimidad sobre el particular en su partido, hizo lo que de él se espera y no siempre ocurre: asumió en primera persona la responsabilidad de zanjar el debate interno y fijar un itinerario que, en esta oportunidad, consolida su apuesta por ocupar el centro político y emanciparse doctrinalmente del partido de Santiago Abascal.

No hay otra manera de ganar con margen suficiente. El resurgimiento de la extrema derecha en Europa tiene sin duda su impacto en España, pero los estudios de opinión siguen certificando que sociológicamente nuestro país se mantiene mayoritariamente ubicado en el centro con una leve inclinación hacia el centro izquierda. A ese convencimiento responde la apuesta del gallego, y las últimas encuestas parecen darle la razón.

Hoy, el reto de Núñez Feijóo es persuadir a la opinión pública, y más en concreto al millón largo de ciudadanos que a última hora le dieron la espalda en 2023, de que votar al PP es una vía para frenar a la extrema derecha

Pero toca esperar. Y, ciertamente, como repite Sánchez en sus mítines, la legislatura, salvo sorpresa no descartable (sorpresa en todo caso activada desde el exterior), se le puede hacer muy larga a la Oposición. Al Partido Popular le espera una celada como la del decreto ómnibus en cada esquina y, en este escenario, solo manteniendo el rumbo sin titubeos, sin complejos, reafirmando el estilo de liderazgo que concitó un insólito consenso en el PP tras la dimisión de Pablo Casado, se puede llegar en buenas condiciones a la recta final.

El 23 de julio de 2023, a Alberto Núñez Feijóo, aun ganando las elecciones, le derrotó el fantasma de la ultraderecha. La próxima cita en las urnas será su última oportunidad. Y hoy, en febrero de 2025, uno de sus objetivos sigue siendo persuadir a la opinión pública, y más en concreto al millón largo de ciudadanos que a última hora le dieron la espalda en 2023, de que la mejor forma de combatir ese fantasma, tras una hipotética derrota del sanchismo en las urnas, es votar al Partido Popular. Y tal cosa es incompatible con alimentar la polarización convirtiéndote en una copia edulcorada de Santiago Abascal.