ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 18/07/16
· La valentía es indispensable para vencer a unos matarifes cuya estrategia consiste en someternos por el terror.
Los bárbaros que nos atacan son débiles; conviene tenerlo muy presente. Sus hordas de terroristas no resistirían el primer choque con nuestros ejércitos. Su teocracia fanática cayó derrotada aquí hace siglos por el poder de la razón. Su califato se empequeñece y agrieta cada día que pasa ante el avance imparable de la coalición de naciones unidas para liquidarlo. El odio que los mueve nace, precisamente, de su impotencia ante la superioridad de una civilización, la nuestra, que ha demostrado ser más justa, más próspera, infinitamente más habitable y más fuerte.
Las bestias yihadistas que nos atacan únicamente disponen de un arma eficaz contra nosotros: nuestro propio miedo. Lo último que debemos darles.
Entre los múltiples errores cometidos por las democracias occidentales en la lucha contra el terrorismo ocupa un lugar destacado la actuación de los medios de comunicación, empeñados en magnificar hasta el infinito el impacto aterrador de cada salvajada islamista y minimizar en la misma medida los éxitos conseguidos en el combate contra esa lacra.
Dedicamos (soy la primera en entonar el mea culpa) espacio ilimitado a cada uno de sus atentados y poca o ninguna atención a las detenciones de criminales y sus posteriores condenas, la eliminación de cabecillas especialmente sanguinarios mediante el uso de tecnología militar de vanguardia como drones (diríase que nos avergonzamos de ejercer la defensa propia), las divisiones internas que los desgarran y, en general, cualquier noticia susceptible de elevar nuestra moral al tiempo que mina la suya. Relatamos horrores sin cuento, contribuyendo de ese modo a facilitarles el propósito de aterrorizarnos, sin poner en perspectiva el verdadero alcance de la amenaza.
Por ejemplo, que los accidentes de tráfico o incluso la violencia machista resultan ser mucho más mortíferos que el terrorismo, lo que no resta un ápice de gravedad al fenómeno. Porque ni los accidentes de tráfico ni la violencia machista pretenden destruir nuestro modo de vida, mientras que el terrorismo islámico persigue exactamente ese fin. Y lo logrará, más pronto que tarde, si sucumbimos al miedo, nos plegamos a su dictadura renunciando a nuestras costumbres, abdicamos de nuestros principios en aras del apaciguamiento o desistimos de plantarles cara.
La valentía no es un atributo que abunde en esta sociedad hedonista, acomodada, blanda de espíritu y acostumbrada al «todo me es debido», pero es un requisito indispensable para vencer a unos matarifes cuya estrategia consiste en someternos por el terror. El miedo paraliza, empequeñece, incapacita, castra. De todas las emociones humanas, el miedo es la más nociva. Los yihadistas lo saben y lo utilizan contra nosotros. Por eso filman sus ejecuciones macabras y las cuelgan de las redes sociales. Por eso practican brutales rituales medievales con sus víctimas. Por eso se ríen a carcajadas cuando nos ven hacerles el trabajo sucio.
El miedo no es la respuesta. La negación o la resignación, tampoco. Es hora de contraatacar con todo el poder de nuestras convicciones y toda la fuerza de que disponemos. Abrazados a la ley, pero sin complejos. Reformemos lo que haya de ser reformado para garantizar que los mecanismos policiales de respuesta se adecúan a la magnitud del desafío. Redoblemos la inversión en seguridad, exijamos responsabilidad penal a las plataformas que utilizan para transmitir sus consignas e instrucciones asesinas. ¡Indignémonos! Pero no les regalemos nuestro miedo. Es exactamente lo que buscan.
ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 18/07/16