LIBERTAD DIGITAL 07/03/17
CAYETANO GONZÁLEZ
Hacía tiempo –quizá desde aquellas multitudinarias manifestaciones en apoyo a las víctimas del terrorismo, cuando Zapatero estaba en pleno proceso de negociación política con ETA– que no asistía a un acto de tanta enjundia moral y cívica como el organizado hace unos días en Madrid por la Fundación Valores y Sociedad y la Fundación Villacisneros.
Fue una mesa redonda, denominada El fortalecimiento del coraje cívico en la defensa de España, en la que tomaron la palabra José Antonio Ortega Lara y Consuelo Ordoñez, auténticos referentes morales; Mariano Gomá, presidente de Sociedad Civil Catalana; Josep Bou, presidente de Empresaris de Catalunya, y Dolores Agenjo, directora del Instituto Pedraforca de Hospitalet de Llobregat, que se negó a entregar las llaves de ese recinto educativo para que se pudieran instalar urnas en aquella pantomima de referéndum del 9 de noviembre de 2014, convocado por Artur Mas y sus secuaces.
Si algo me impactó sobremanera fue el denominador común de las tres intervenciones de las personas procedentes de Cataluña. No fue otro que una petición clara y expresa, dirigida en primera instancia a los que allí estábamos, pero que tenía como destinatarios principales al Gobierno de la Nación y al resto de los poderes públicos, de que no se les dejara solos en esa batalla que de manera tan ejemplar como heroica están librando desde la sociedad civil contra los poderes públicos catalanes partidarios de la secesión.
Ese impacto se agudizó cuando al día siguiente pude contemplar la foto del jefe del Estado, la vicepresidenta del Gobierno y lideresa de la denominada operación Diálogo en una actitud más que complaciente con el vicepresidente de la Generalitat y uno de los principales responsables de ese pulso al Estado, el líder de ERC, Oriol Junqueras. Si puede sonar a tópico lo de que una imagen vale más que mil palabras, en este caso el contraste entre los testimonios de Gomá, Bou y Agenjo sobre la situación que se vive en Cataluña y lo que la citada foto transmitía era sencillamente brutal. ¿De qué se están riendo?, fue la lógica y natural pregunta que me planteé, a la que era muy difícil encontrar una respuesta que tuviera un mínimo de sentido.
Que el Estado ha claudicado en Cataluña como consecuencia de su ausencia durante tantos años es algo evidente que sólo los muy ciegos no querrán ver ni admitir. Esta situación ya se vivió hace años en el País Vasco, y entonces hubo no sólo una respuesta cívica importante –Foro de Ermua, Basta Ya, intelectuales, escritores–, sino que el Estado, el Gobierno de la Nación, sobre todo a partir de 1996, con Aznar, se implicó en una batalla política, jurídica, cultural para derrotar a ETA y a todo lo que la banda terrorista representaba. Esa batalla, que cuando Aznar abandonó la Moncloa en 2004 estaba a punto de ganarse, se dio por concluida con el nefasto Zapatero y su ya citado proceso de negociación política con ETA. Posteriormente Rajoy heredó ese estado de cosas, no hizo nada, como es habitual en él, y ahora en el País Vasco ETA está en las instituciones, el PNV en el Gobierno autonómico, ETB emite videos insultantes contra España y los españoles y el PP local es algo inexistente e irrelevante.
A los ciudadanos, el Estado no les puede pedir, y mucho menos exigir, que sean mártires o héroes. Las batallas políticas, legales, culturales e ideológicas las tienen que dar las instituciones que representan a todos los españoles, los jueces, los partidos, etc. Pero cuando esas instituciones fallan, entonces no queda otro remedio que apelar a la heroica, y eso es lo que actualmente están haciendo en Cataluña ciudadanos como Mariano Gomá, Josep Bou o Dolores Agenjo. No han sido los únicos, pero desde luego están en el grupo de los mejores. Tienen toda la razón: no se merecen que les dejemos solos.