EL PAÍS 21/12/16
· Hay que condenar el terrorismo y a quienes pretenden aprovecharse de él
El ataque terrorista perpetrado el martes en Berlín, que se ha cobrado 12 víctimas mortales y dejado tras de sí más de 50 heridos, añade ahora los mercadillos navideños a la macabra geografía del terror que ha pasado a formar parte de nuestras vidas junto con el paseo marítimo de Niza, la sala de fiestas de Bataclán, las calles de Londres o la estación de Atocha de Madrid, por citar solo algunos de los lugares donde el odio asesino del terrorismo yihadista más profundamente nos ha impactado.
Inmediatamente, y con un oportunismo de todo punto repugnante, las extremas derechas xenófobas, que viven de explotar cobardemente los miedos de los ciudadanos de bien, han responsabilizado de los atentados a la política de asilo de Angela Merkel, acusándola de tener las manos manchadas de sangre.
Hay que decir con toda claridad que quienes tienen las manos manchadas de sangre no son Angela Merkel o Matteo Renzi, por citar a algunos de los líderes que con sus políticas han mantenido la dignidad de los valores europeos en medio de una crisis de asilo de gigantescas proporciones, sino precisamente aquellos que pretenden obtener beneficios electorales de la muerte de compatriotas inocentes. Porque sucumbir al terrorismo, algo que las sociedades no pueden ni deben hacer, es tanto aceptar las demandas de los terroristas como usarlos para llegar al poder, como indisimuladamente pretenden partidos como Alternativa para Alemania, el Frente Nacional francés o líderes como el neerlandés Geert Wilders o el británico Nigel Farage.
El terrorismo yihadista es una lacra global, que no solo afecta a los europeos, sino a cualquiera, especialmente en el mundo árabe y musulmán, que se oponga a sus designios fanáticos y totalitarios. Solo este mes, el ataque contra el castillo de Karak, en Jordania, que el domingo pasado se cobró 10 muertos, o los múltiples atentados sufridos por Turquía, a los que hay que sumar las 25 víctimas de la reciente explosión en la catedral copta en El Cairo, prueban la naturaleza global de esta amenaza y, por tanto, la necesidad de combatirla juntos.
Pensar que los europeos estamos solos en esta lucha y, peor aún, que podamos ganarla aislándonos y aplicando políticas de “mano dura” contra inmigrantes, refugiados o solicitantes de asilo no solo expone públicamente la ignorancia de quienes formulan estas propuestas, sino que es la estrategia que más directamente conduce a ser derrotados por el terrorismo. Es precisamente por razones como esta por las que cabe alabar que el Gobierno haya aprobado un refuerzo del contingente que en la actualidad colabora en el entrenamiento de las Fuerzas Armadas iraquíes.
Llevamos desde 2001 conviviendo con el terrorismo que se representó ante nosotros brutalmente el 11 de septiembre de 2001. Y, desgraciadamente, vamos a tener que seguir conviviendo con él. Estamos convencidos de que Alemania, que es una sociedad madura democráticamente y consciente de sus valores y responsabilidades, no va a doblegarse ante los terroristas, por alto que sea el precio que estos exijan, ni ante los que quieren aprovechar el terrorismo para llegar al poder.