IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Es una oportunidad única para modernizarnos y sería un crimen dejarla pasar

Hay cosas que suceden una vez en un siglo y esta es una de ellas. La pandemia ha provocado un daño inesperado, de profundidad incalculable. Estamos mal y, me temo, que vamos a estar peor durante algún tiempo. Pero tenemos dos elementos positivos. Uno son las vacunas que, si se demuestra su eficacia para las diferentes mutaciones del virus que están apareciendo, pueden dar la estocada definitiva a la enfermedad. Que pase a engrosar el capítulo de las epidemias estacionales que padecemos todos los años es una cosa, y que nos pare el reloj de la actividad durante más de doce meses es otra bien diferente.

El segundo elemento es esta nueva edición del Plan Marshall que nos llega de Bruselas -gran diferencia con el anterior, que vino fundamentalmente desde los Estados Unidos- y que constituye una oportunidad única e irrepetible que no nos podemos permitir el lujo de desaprovechar. Ya sabe que el monto de los dineros comprometidos es mareante. El paquete conjunto asciende a 750.000 millones de euros, de los que llegarán a España 140.000 millones; y de los cuales 72.700 adoptarán la forma de subvenciones. Si seguimos bajando, nos encontramos con las cifras que anunció ayer el lehendakari Urkullu, quien espera recibir 5.700 millones para la economía vasca. Si a eso le sumamos el despliegue de fondos que aportarán las administraciones locales, más las inversiones privadas inducidas por los proyectos presentados, llegaremos a una cifra total de 13.135 millones. Que es muchísimo dinero, pero me parece poco. No entiendo que cada euro recibido de Bruselas genere tan solo 1,32 euros locales entre públicos y privados. ¿Qué porcentaje de los proyectos seleccionados va a ser privado, qué se les va a exigir a las empresas beneficiarias?

Si se toma la molestia de leer la lista de los proyectos designados en esta primera fase y se repasa los criterios elegidos, estoy seguro de que le resultará difícil estar en desacuerdo con ellos. A mí eso no me preocupa, aunque son demasiado genéricos. Me preocupa el hecho de que va a ser necesario elegir y discriminar -de eso va esto de gobernar-, y no estoy seguro de que el procedimiento establecido para ello, repartido entre el Gobierno central en pleno y las 17 comunidades, cada una con sus propios planes, sea el más eficiente.

Esto hay que hacerlo bien. Sería, más que una insensatez, un crimen dejar pasar esta oportunidad única para completar nuestras infraestructuras de país, modernizar nuestras estructuras productivas y aumentar nuestra competitividad global. Hay demasiado en juego, no podemos fallar.