Tonia Etxarri-El Correo
Si emuláramos a los países de nuestro entorno, los gobernantes estarían entonando el ‘mea culpa’
Hay debates por los que suspiran muchos de nuestros políticos que, en aras a las urgencias en las que se ha sumido nuestro país como consecuencia del Covid 19, deberían aguardar su turno. No parece que éste sea el momento oportuno para abrir el melón de un plebiscito sobre monarquía o república, como pretende un desnortado Torra que aprovecha la estela marcada por los socios populistas de Sánchez en la Moncloa. Y, de paso, desviar la atención de su nefasta gestión del coronavirus en Cataluña. Pero ante la desidia oficial tras el abandono del rey emérito, han tenido que salir voces de alarma desde un córner socialista algo lejano. García Page para decir que «la lucha contra la corrupción no tiene nada que ver con el debate de república o monarquía». O el propio Ramón Jáuregui que, desde la retaguardia del jubileo forzoso, alerta que el debate republicano, en las actuales circunstancias, «sería suicida». El CIS está preparando una encuesta sobre la falsa disyuntiva. No hace falta meterse en los fogones demoscópicos ‘de parte’ para saber que a la gente le preocupa otras cosas. Todo dependerá de cómo se realicen las preguntas.
Después del túnel del confinamiento y del drama de haber perdido a 45.000 seres que se los llevó por delante el maldito virus, decimos que sabemos más. Pero si las autoridades no reaccionan, poco vamos a avanzar. Ahora sabemos que el calor no ha acabado con la pandemia. De la misma forma que sabemos que el comité de expertos nunca existió. Y ahora que ya nos han desvelado que hemos sido unos ingenuos, Urkullu quiere dar la alarma. Está pensando en los toques de queda. Y la oposición le recrimina «falta de liderazgo» porque los mensajes de sus portavoces desprenden la sensación de una improvisación permanente. Hemos pasado de oír a Nekane Murga decir que los brotes de finales de julio estaban controlados a anunciar que Euskadi se enfrenta «sin duda» a la segunda ola del corona virus.
Tampoco la reforma pendiente del Estatuto vasco encuentra su cauce. Por mucho que la presidenta del Parlamento vasco haya declarado solemnemente que resulta «imprescindible» la articulación de un «nuevo modelo de relación con el Estado», el mantra nacionalista desde que tenemos instituciones autonómicas. Pacto de igual a igual. Bilateralidad. Decisión en el ámbito vasco. Reivindicaciones con las que se identifica Urkullu mientras busca ese amplio consenso que no llega. La gente está con otras preocupaciones. El nuevo estatuto ocupa al 2%. El Covid, al 90%.
Los partidos que presumen de pluralidad están entretenidos en dejar al centro derecha fuera del foco en el Parlamento vasco. Mientras tejen un cordón para Vox, apartan al PP+Cs de la Mesa y se niegan a acatar la Constitución en la toma de posesión del escaño, el coronavirus sigue provocando estragos. Se desploma la economía y somos el país más contagiado de la UE, en un verano en el que los autodenominados expertos aseguraban que el virus remitiría.
Urkullu escribe: «ocupados y preocupados». Si estuviéramos comportándonos como los demás países de Europa, nuestros gobernantes entonarían el ‘mea culpa’. Como acaba de hacer el ministro de Economía alemán. ¿Han hecho alguna autocrítica nuestros gobernantes? No. Si aquí hemos tenido, en un mes, ocho veces más contagios que en Italia, ¿qué estamos haciendo mal? Pero Sánchez se empeña en seguir colgándose medallas. Así no hay forma de que sepamos lo que está pasando. Aunque nos creamos más listos que en marzo.