Manuel Marín-Vospópuli
- El muro llega al PSOE. Muchos sanchistas ya no se engañan porque se saben víctimas de una inmensa farsa y de una espiral de indecencia irrespirable.
Me disculparán la expresión porque el símil no es agradable, pero es lo suficientemente gráfico como para merecer su utilización en este caso. Pedro Sánchez no se irá hasta que el PSOE lo vomite. El Estado no dispone de resortes para evacuar a un presidente que se comporta como un autócrata, y de ahí la grave imperfección de nuestra democracia. Sólo hay cinco modos de sacar a un presidente que abusa del poder, que ignora la corrupción consentida y que se niega a convocar elecciones porque es incapaz de aprobar unos Presupuestos: una moción de censura que hoy es inviable; una cuestión de confianza, imposible en este caso porque Sánchez se debe someter a ella voluntariamente y ha decidido atrincherarse en el poder; una inhabilitación derivada de una condena penal… que ni está ni se la espera; y finalmente, dos mecanismos más que en ningún caso son deseables, un golpe de Estado y una enfermedad sobrevenida e incapacitante. Ninguno de estos modos parece viable ni previsible. La única alternativa realista, mínimamente realista, es que el PSOE se revuelva, lo aísle y lo desautorice.
El sanchismo ha devastado todo un patrimonio moral y político del PSOE. Hoy el sanchismo es una fórmula ya agotada y de difícil reversibilidad porque al fin ha emergido en el partido una profunda crisis de desconfianza en él, aunque la nieguen. Su aura de “guapo contra putero” se ha disuelto y su liderazgo permanece bloqueado desde hace tiempo. Lo noticioso es que ahora ya hay quien osa admitir que el famoso muro ha llegado al PSOE. Sencillamente, una parte incipiente del sanchismo está gritando basta. Unos de modo cobarde y en privado. Otros, asomando al fin su indignación, derrotismo y frustración, como Andrea Fernández, Elena Valenciano, Adriana Lastra o Susana Díaz, purgadas unas y desengañadas otras, porque llegaron a creer que sometiéndose al sanchismo obtendrían algo auténtico y provechoso. Tenían un sentido de pertenencia, pero ahora saben que todo era mentira. Peor aún, se saben víctimas de un solapamiento infinito de mentiras y de una espiral asfixiante de indecencia.
Sería ingenuo pensar que esto del ‘#metoo’ de última hora es un cúmulo aislado de casos de acoso sexual que por pura coincidencia han eclosionado en el mismo momento. Este ‘#metoo’ es una operación desde dentro. Es la coartada visible de una rebelión interna que esta vez no procede de jarrones chinos, Pages tocahuevos, laminados de última hora y lobatos con aspiraciones. Esto es fuego amigo. Sanchistas de primera generación, protosanchistas convencidos que se han hartado y que ya no se esconden ni por miedo a la lapidación. A Sánchez le está explotando el sanchismo en la cara. Los prostíbulos de Sabiniano son solo el arranque de esta chatarra amoral en que se ha convertido el régimen. Luego vinieron la falsa tesis doctoral, la cátedra de cemento armado, la oficina de artes escénicas sin despacho, las prostitutas de vía ancha, los fiscales con cianuro y, por fin, una cloaca extendida desde la SEPI a las grandes empresas estratégicas asaltadas por el PSOE. El núcleo duro del sanchismo ha quedado en lo que siempre fue, un carrusel de golfos y de acólitos cobardes. Un detenido en Las Gaunas, un procesado en La Condomina, una prisión incondicional en El Colombino.
Una inquietante pregunta sigue en el aire: del mismo modo que Koldo reconoció el trucaje de las primarias y que Aldama afirmó que se manipularon las elecciones generales de 2023… ya emerge en círculos de poder la cuestión de si un sanchismo a la desesperada es capaz de pervertir la democracia hasta el punto de reventar las urnas en España con un fraude. Contéstese cada uno en su intimidad. Nunca se ha demostrado fraude alguno…, pero por qué crece en la conciencia colectiva que Sánchez no tendría ningún reparo en manipular los resultados si contase con los medios idóneos para ello. ¿Por qué nunca en 50 años de democracia nos hemos tenido que preguntar por ello, y ahora sí hay quien sospecha maliciosamente? ¿Es imposible realmente que eso ocurra bajo el poder omnímodo de un maquinador del poder que no respeta las reglas y que ha vivido rodeado de corruptos sin enterarse nunca de nada?
Sánchez nunca ha sido un demócrata, sino un acaparador de instituciones y multinacionales estratégicas para poner el Estado a su servicio y premiar o enriquecer a amigos. Nunca creyó en la democracia y ahora lo sabemos. Hasta el PRI mexicano, catedrático emérito en corrupción, se escandaliza. Sin esta premisa sería imposible explicar el desmoronamiento putrefacto que se está produciendo. Pero eso no es novedoso. Ya llevamos meses sin dar abasto, preguntándonos quién será el próximo imputado, el próximo acosador. Lo novedoso es que el sanchismo ha empezado a engullir a Sánchez. La constatación de este fenómeno es que ya ni el sanchismo responde a las coordenadas habituales de obediencia ciega, que ya no queda un solo relato coherente y creíble, y que la farsa final ha quedado al descubierto. Las revelaciones inquietantes del concubinato en que se convirtió el PSOE durante años provienen de la propia izquierda que ha vivido protegida por el sanchismo. El ‘sí es sí’ valía para todos menos para Ferraz. Y esa izquierda, incluso mediática, defensora de lo indefendible, se ha hartado de ser la coartada de este prestidigitador del embuste y la hipocresía.
Es la gran paradoja de todo esto. El sanchismo empieza a acumular cómplices contra el sanchismo y el barrenado se ha colocado desde dentro para dinamitarlo antes o después. Eso sí. Ninguno de los izquierdistas de pro que denuncian un “golpismo judicial” son capaces de hablar de “golpismo sexual”. Ninguno. Hasta Sánchez nos confunde hablando de “acoso laboral” para eludir que se trata de acoso sexual. A ver, el sanchismo tiene tres señas de identidad. Culto y miedo al líder, anulación voluntaria del criterio propio y la libertad de opinión, y la negación sistemática de la realidad y la verdad. Y los tres se resumen en uno solo. La sumisión mesiánica, irracional y hasta enfermiza. Esto es lo que ha empezado a cuartearse en esa burbuja alienante.
Robaron desde el primer momento. La UCO está demostrando que el sanchismo era una estructura para el latrocinio masivo y el Tribunal Supremo los denomina organización criminal. Pisotean a las mujeres mientras se jactan de protegerlas, y ya no pueden seguir con la sandez de que los periodistas son fachas, la UCO es facha, los jueces son fachas y la hemeroteca es facha. El sanchismo está dejando de ser resiliente porque saben que Sánchez ha dejado de ser útil para la marca. Ya lo echaron una vez y no sirvió de nada. Lo mataron mal. Ahora si quieren tener futuro, se asegurarán mejor porque los engañó a todos. Hoy solo los muy cafeteros hacen equilibrios para huir de una evidencia: que por acción o por omisión, él y sólo él es el vértice de la corrupción, el puterío, el machismo y la obsesión irracional por no asumir que es hora de marcharse. Donde le dejen. Donde le acojan.