EDITORIAL EL MUNDO – 18/08/16
· Con un tono desencantado, Mariano Rajoy advirtió ayer que desde la Segunda Guerra Mundial ningún país de Europa ha celebrado unas terceras elecciones por falta de acuerdo político. E insistió en que hará lo que pueda para evitar que España se convierta en la excepción, porque sería «un disparate». Estamos de acuerdo.
Siempre hemos subrayado la necesidad de que los principales partidos abandonen sus maximalismos y sean capaces de negociar para formar cuanto antes un Gobierno. Y seguimos manteniéndolo porque los desafíos urgentes a los que se enfrenta nuestro país no se pueden afrontar desde esta situación de interinidad. Sin embargo, lo ocurrido ayer apunta claramente en dirección contraria. Parece que los principales dirigentes, empezando por el presidente en funciones, ya barajan como irremediable la convocatoria de unos terceros comicios.
Rajoy no despejó el camino tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP que tanta expectación había creado. En una rueda de prensa en la que sobró cierto desdén hacia Albert Rivera, el presidente se limitó a decir que había recibido de los suyos carta blanca para negociar con Ciudadanos.
Pero subrayó que ni se había hablado de las condiciones exigidas por la formación naranja para sentarse a una mesa de diálogo –a pesar de que la semana pasada Rajoy anunció que éste era el motivo por el que convocaba a la dirección popular– ni aclaró nada acerca de una posible fecha de investidura. No comprendemos esta estrategia.
Creemos que hay razones políticas que justifican que el presidente administre los tiempos para favorecer movimientos necesarios en otros partidos. Pero ayer se vislumbró que la dilación de la última semana no ha servido para nada. Rajoy no necesitaba el aval de la cúpula del PP para negociar. Ése lo tenía desde que ganó las elecciones de junio y mucho más aún desde que recibió el mandato del Rey para intentar formar Gobierno.
No queda en buen lugar tampoco su partido cuando desaprovecha una oportunidad como la de ayer para discutir con seriedad las exigencias de Ciudadanos que, como dijimos en su día, nos parecen razonables y en general adecuadas para la regeneración democrática de este país.
Por su parte, el líder socialista, Pedro Sánchez, compareció también tras casi dos semanas de silencio para insistir en que su partido no se ha movido un milímetro. El PSOE está instalado en un no a la investidura que hace prácticamente imposible que se pueda formar un Ejecutivo. Sánchez volvió a demostrar incoherencia al negarse a facilitar la gobernabilidad y repetir a la vez que no desea las terceras elecciones. Llega un momento en el que mensajes como éste suenan huecos.
Cabe elogiar, en el extremo opuesto, el ejercicio de responsabilidad de la que volvieron a hacer gala ayer en Ciudadanos. No entraron al trapo de ninguna provocación y, anteponiendo el intento de desbloquear la situación, hoy Rivera volverá a reunirse con Rajoy para pedirle que acepte las condiciones y se empiece a negociar un paquete de medidas concretas de cara a una investidura.
Pero, como decimos, la secuencia de los hechos hace pensar que Rajoy ha tirado la toalla y en vista del férreo inmovilismo socialista cree que estamos abocados a volver a las urnas. Y, de hecho, esta posibilidad condiciona la fijación de la fecha para el debate en el Congreso, porque al bochorno de la repetición electoral podría sumarse el disparate de que los comicios o la campaña coincidan con las navidades. Si el malestar de la ciudadanía con la clase política ya es grande, pensemos cómo afectará otro bombardeo de propaganda electoral en época de turrones.
Lo cierto es que la realidad empieza a ser un esperpento valleinclanesco. Atrincherados como están los distintos partidos en sus posiciones y, sean cuales sean las razones de cada uno, padecemos una espiral diabólica sin solución de continuidad.No es lo más importante dilucidar quién tiene más o menos responsabilidad. Pero sí es innegable que la abstención socialista resulta imprescindible para que se pueda desbloquear la situación. Por ello reclamamos a los dirigentes de un partido que ha gobernado España 21 años altura de miras y sensatez. Y, confiando en ello, también pedimos a Rajoy que aproveche hoy su encuentro con Rivera para dar el paso adelante que éste le reclama.
Los partidos no están sabiendo adaptarse a las nuevas circunstancias con un mapa político mucho más fraccionado y plural. Pero colma lo tolerable que la intransigencia y los personalismos estén por encima de los intereses generales.
EDITORIAL EL MUNDO – 18/08/16