TONIA ETXARRI, EL CORREO 06/05/2013
¿Qué sentido tiene que el lehendakari traslade del Parlamento a Ajuria Enea las reuniones con los partidos políticos?
Ala defensiva y sin brújula. Esa es la imagen que sigue transmitiendo el lehendakari Urkullu después de las calabazas de la oposición a sus cuentas y, tras haber improvisado, sobre la marcha del debate político, dos convocatorias que han dejado a los partidos políticos sumidos en el estupor. Al cabo de medio año del estreno de su legislatura, ha reconocido su desgaste al frente de un Gobierno minoritario. Pero mientras no haga lo imposible por sumar los 38 votos que necesita en el Parlamento vasco, seguirá perdiendo el tiempo.
Si la semana pasada decíamos que, en este país, en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento de Vitoria, quien no propusiera una gran pacto de emergencia corría el peligro de quedar fuera de juego, el lehendakari batió el récord al sacar dos ases de la manga. Dos a falta de uno. Un pacto de estabilidad dirigido al PP y al PSE y, después de haber visto la dura acogida de su idea entre los socialistas, una Mesa de Ajuria Enea con todo el mundo. Dos convocatorias, dos. ¿En qué quedamos?, se preguntan los interlocutores que piensan acudir a las reuniones, para que luego no se diga que la oposición no está poniendo de su parte.
Pero a estas alturas, socialistas y populares –«el objeto de deseo» de Urkullu para su pacto de estabilidad– desconocen si el lehendakari les va a citar para la primera idea, para la segunda o para las dos. Ni el portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, ha sido capaz de diseccionar las dos convocatorias en sus explicaciones, más allá de sentenciar que se trata de «dos cosas distintas». Pero si lo único que se le ocurre al Gobierno nacionalista vasco es cambiar de formato para proponer lo mismo, no podrá superar la sensación de deterioro institucional que está trasladando a la sociedad cada vez que invite a los demás a hacerse una foto con él en la puerta de Ajuria Enea.
Urkullu sabe que necesita algo más que una foto. Pero no se quiere amarrar a un sólo partido. Y la cuadratura del círculo no le sale. Patxi López le dice que, hoy por hoy, no va con el PP ni a firmar una bajada de impuestos. Y tiene razón Urkullu al replicarle que su compañero Rubalcaba, que ya no recuerda haber pedido la dimisión de Rajoy hace un par de meses, está proponiendo algo similar al presidente del Gobierno. Antonio Basagoiti ya le ha trazado sus dos líneas rojas: aparcar el nuevo Estatuto y trasladar la propuesta de pacto a Gipuzkoa, donde gobierna EH Bildu.
En este ambiente de grandes alianzas en el que, en Madrid, se está apelando a los buenos oficios del Rey como mediador, lo que parece claro es que no se puede volver al pasado. Con fórmulas que tuvieron su validez en la época política en la que se produjeron. ¿Tendría sentido ahora que Rajoy promoviera los Pactos de la Moncloa? No. Ni estamos en la Transición ni las urgencias de aquella época son las mismas que las actuales. En Euskadi tampoco tiene sentido reeditar un Pacto de Ajuria Enea. No se puede volver al pasado. Ni para mezclarse en el paisaje de la añoranza. Y es lo que ha hecho Urkullu al proponer una de sus convocatorias con la referencia de Ajuria Enea, utilizando la alusión que muchos sectores sociales y de opinión suelen hacer de aquella iniciativa de pacificación, como un punto de inflexión en la historia de Euskadi.
Pero la mera apelación a un escenario en Ajuria Enea es un intento de tocar la fibra social y sugerir paralelismos de excepcionalidad. Y es verdad que la crisis está pegando duro. Pero existen diferencias en el tiempo, en el contexto y en la propia fortaleza de las instituciones con aquel momento. Ahora es, precisamente, el momento de evidenciar que el Parlamento, el Gobierno y el resto de las instituciones democráticas son las que delimitan el terreno de juego para los pactos. No tienen sentido los foros paralelos al Parlamento. Hay que hacer pedagogía con las reglas del sistema democrático: el juego de las mayorías y la soberanía de las instituciones. Lo otro son maniobras peligrosas que generan sobreentendidos que sólo pueden provocar más confusión y frustración.
Porque la imagen de la firma del Pacto de Ajuria Enea, aquel 12 de enero de 1988, fue mucho más que una foto después de 110 días de intensa negociación. Todos los partidos democráticos, al firmarlo, subrayaron la existencia de dos bloques en la sociedad vasca entre violentos y demócratas. No entre nacionalistas y constitucionalistas. O entre izquierdas y derechas. Y constataron también que el conflicto en Euskadi no era con España sino de convivencia entre los propios vascos. ¿Cree el lehendakari que la mera alusión al nombre de la Mesa de Ajuria Enea producirá un ‘efecto placebo’ entre los convocados?
Ahora ETA ya no mata, aunque no se ha disuelto y sus herederos políticos están en las instituciones. EH Bildu sigue sin despegarse de la trayectoria de ETA y ahora la violencia trata de sobrevivir como ideología para justificar que tuvo algún sentido el macabro historial de los terroristas. Por lo tanto, si se intenta reeditar el pacto de Ajuria Enea, se corre el riesgo de manipular la memoria colectiva. Y estamos en un momento tan contradictorio que Gesto por la Paz, por ejemplo, después de tres décadas de encomiable resistencia antiterrorista, se disuelve. Pero ETA, no.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 06/05/2013