DAVID GISTAU, ABC 21/02/14
· Las pulsiones secesionistas que amenazan la unidad europea pueden provocar daños colaterales que no había previsto ninguna pedagogía de prevención contra el nacionalismo.
El cantaor José de la Tomasa, mientras lo entrevistaba en una taberna de Santa Cruz, entre todas las fragancias primaverales reglamentarias, se declaró perplejo por la popularidad del AVE: «Comprendo que se pueda tener prisa por llegar a Sevilla. ¿Pero por irse?». Me pareció una deliciosa versión de aquella frase etnocéntrica de Belmonte: «Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos es La Coruña».
No digamos Buenos Aires, donde una vez, buscando dónde cenar, contemplé la tristeza que a un sevillano con mucha vocación de serlo le causaba que la gran capital austral careciera de Triana, barrio que Borges olvidó poner mientras le hacía la rapsodia maleva a Palermo. Llevaba un día allí, y ya estaba el hombre como para llorar en un hombro la nostalgia de la plaza del Altozano. Para estos casos, convendría llevar en el botiquín cápsulas de rebujito y una ración de supervivencia de jamón, y dosificárselo al exiliado en los picos depresivos.
He recordado todo esto por la noticia de que Cayetana de Alba podría convertirse en la reina de una Escocia independiente. De Invernalia, si nos atenemos a los mapas de «Juego de tronos». Están los escoceses empeñados en devolver su vigencia al muro de Adriano, quién sabe si para embadurnarse el rostro de azul como los pictos, y resulta que las casualidades dinásticas pueden someterlos a una irrupción meridional por la que el nuevo himno lo cantaría un coro rociero. Si se coronara, la españolísima Cayetana, abocada a ver cómo la compañía de toreros le sería cambiada por otra de lanzadores de troncos en los juegos gaélicos, sin duda sucumbiría a una melancolía como la que mató a Cristina de Noruega, cuya tumba está en Covarrubias, cuando fue obligada a contraer matrimonio con el infante Felipe.
Cayetana, que en la prensa escocesa es definida como una «billonaria que podría financiar ella sola el primer presupuesto de la independencia», siempre tendría el recurso de trasladar Triana piedra a piedra y enseñar a los escoceses a cantar saetas sentidas cuando el Cachorro fuera sacado de procesión, con los hinchas del Celtic como costaleros. Lo que no podría evitar es la ingestión de «haggis», que no sé si compensa: ¿Edimburgo bien vale un plato de «haggis»?
Las pulsiones secesionistas que amenazan la unidad europea pueden provocar daños colaterales que no había previsto ninguna pedagogía de prevención contra el nacionalismo. Los escoceses no están preparados para que detrás de su nueva reina aparezca un piquete de comentaristas españoles de «Sálvame», perspectiva mucho más apocalíptica que la posible exclusión de la libra esterlina y de la Unión, y que podría hacer bascular el voto al No. Esto constituye una advertencia para Mas, ya que se ha impermeabilizado el cerebro, en el que no penetran todos los augurios fatales que acechan a su sociedad.
DAVID GISTAU, ABC 21/02/14