Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

En tiempos ‘normales’ las estadísticas del empleo y el paro ocupan tan solo unos minutos de la actualidad. El registro del INEM sale todos los meses y la encuesta de la EPA cada trimestre así que son un acontecimiento importante pero muy habitual Ahora, cuando tratamos de desembarazarnos de las penurias que nos ha traído la pandemia las esperamos con ansiedad y las leemos con detalle, para averiguar si la situación económica continúa su incesante caída, ladera abajo o si, apoyados en el fondo tratamos de sacar la cabeza fuera del agua.

Hay muchos datos y con ellos se pueden construir múltiples comparaciones. Por ejemplo, si deseamos analizar la profundidad de la herida causada por el confinamiento no hay más remedio que olvidarse de las cifras mensuales y comparar las actuales con las previas al mes de marzo, cuando vivíamos despreocupados. Así veremos que nos quedan aún por absorber 750.000 parados que trabajaron hasta que apareció el bicho, a los que habría que añadir el millón nuevo de inactivos que descubrió la última EPA, más aquellos que no vuelvan al trabajo de entre los 1,8 millones de acogidos a los ERTE’s. Si tiene el día cenizo, puede añadir a todos aquellos -no sabemos cuantos, pero no serán pocos-, que han vuelto a trabajar en julio suponiendo que el turismo volvía a una cierta normalidad y que han visto defraudados sus expectativas según se complicaban los viajes y se estrechaban las fronteras. Las estadísticas de agosto volverán a reconocerlos.

Por el contrario, si no desea amargarse las vacaciones en exceso, olvídese de las comparaciones interanuales e incluso del mes de febrero y mire cuánto han mejorado los datos de julio. Olvídese también de que el mérito del amplio porcentaje de subida, que los ha convertido en excelentes, se debe tan solo a que junio fue tan malo que la situación solo podía mejorar. Con la producción industrial sucede algo similar. Mejora un 16,8% frente a mayo en el País Vasco, pero baja un 17,8% frente al mismo mes del año anterior.

Pero todo esto es pasado y lo importante es lo que asoma por el futuro. ¿Vamos a enderezar la situación y recuperar el tono? Tenemos buena disposición y no nos faltará el empujón de unos dineros europeos de tamaño nunca visto, ni sospechado. Nos falta aplicarlos a programas eficaces de ayudas personales y de reformas estructurales que sean admitidas en Europa y que estén desprovistas de adiposidades ideológicas. No es el momento de asaltar el cielo, sino de huir del infierno.