No tenía cuerpo

RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 14/02/15

· No puede soportar escuchar al Rey decir que la marca más relevante del cava catalán es «una seña de orgullo español».

Reserva Real es el maravilloso cava de Freixenet con el que tengo el placer de brindar en cada reunión o celebración familiar. Es una joya entre los vinos españoles. Y se produce en Cataluña. A mí, en mi cortedad, me resulta difícil imaginar ningún producto que represente la catalanidad mejor que el cava. Un vino al que en mi infancia todavía llamábamos champán y que tuvo la suerte de que los franceses le impidiesen emplear esa denominación, porque eso le obligó a tener personalidad propia. Y desde esa personalidad compite hoy en mercados de todo el mundo con los magníficos champanes franceses. Eso nunca lo habría podido hacer igual si no hubiera conseguido definir plenamente esa personalidad.

El pasado jueves los Reyes de España acudieron a las bodegas de Freixenet, en San Sadurní de Noya, para clausurar la celebración del centenario de esta empresa que sigue siendo familiar y está ya en la tercera generación. Pero ese día el máximo representante del Estado en Cataluña, don Artur Mas, no tuvo a bien acompañarlos. En su agenda oficial no figuraba ninguna otra actividad para ese día. Aun así, adujo «motivos de agenda» para no ir. Suponiendo que de verdad los tuviera, y ya cuesta imaginar que algo tan importante no apareciese en el listado de sus actividades oficiales, ¿qué puede haber más importante que la presencia del jefe del Estado allí? Porque esa empresa tiene alguna relevancia en un sector clave de la economía catalana. En el último ejercicio facturó 520 millones de euros y tiene 22 bodegas repartidas por las regiónes vinícolas más relevantes del mundo. Esta empresa que paga sus impuestos en Cataluña tiene 1.900 trabajadores y exporta 160 de los 200 millones de botellas de cava que produce cada año.

Pues nada, el honorable presidente tenía cosas más importantes que hacer. Y probablemente las tenía porque no puede soportar tener que escuchar al Rey decir que la marca más relevante de cava tenga «un corazón profundamente catalán» y que eso es una «seña de orgullo español». Acabáramos. Y ya el pasado 24 de diciembre, en su primer discurso de Navidad, el Rey afrontó la cuestión catalana de una forma diferente a como lo había hecho el Rey Juan Carlos hasta ahora. Y me atrevo a apostar que esa forma gusta menos al muy honorable presidente. Si añadimos a ello el que la familia Ferrer no ha dudado en ningún momento manifestar su españolidad y que el presidente de Freixenet ha aceptado convertirse en el primer presidente de la Camára de Comercio de España, tenemos todos los elementos sobre la mesa.

El problema es que el nacionalismo, por definición, tiene cortas miras. Se concentra esencialmente en su ombligo. Y el señor Mas no parece ver que, si su pesadilla independentista pudiera tener alguna posibilidad de ser realidad un día, lo que más necesitaría sería una docena de empresas que creen riqueza como Freixenet. Y, en lugar de eso, lo que él está haciendo es echar a las empresas de Cataluña. Y algunas, como el grupo Planeta, han anunciado con toda claridad su intención de emigrar si esa independencia se hace realidad. José Luis Bonet Ferrer y Freixenet lo tienen un poco más difícil porque las vides no se trasplantan tan fácilmente como los libros. Pero su familia se ha marcado el reto de hacer España desde el Alto Penedés. Y de llevar el nombre de España por el mundo en un mercado, el vinícola, extremadamente difícil. Y para enfrentarse con hechos así, don Artur Mas Gavarró no tiene cuerpo. Lo entiendo.

RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 14/02/15