JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS-EL CONFIDENCIAL

  • Sánchez tiene lo que se merece: socios parásitos (ERC y Podemos) y unas derechas obtusas a las que ha maltratado. Pero las elecciones se aplazan para neutralizar a Illa y al PSC

Decisión arbitraria –cacicada, una más– en Cataluña. La suspensión de las elecciones del 14 de febrero y el anuncio de que, según el nuevo decreto del Govern, se celebrarán el 30 de mayo responde a causas estrictamente políticas y en absoluto sanitarias. Se trata de que el PSC con Salvador Illa al frente de sus listas no obtenga el muy buen resultado que le auguran las encuestas y que podría haber situado a la formación socialista como segundo grupo en el Parlamento catalán. Tal hipótesis era insoportable para los independentistas y, obtusamente, también, para las derechas de PP y Ciudadanos que prefieren a Aragonés en la Generalitat al actual ministro de Sanidad. Así les va.

Los precedentes gallegos y vascos no valen. Por las siguientes razones.

1) Los comicios en Galicia y en el País Vasco se convocaron para el 5 de abril. En esa fecha, además de estar vigente el estado de alarma, como ahora, regía una drástico confinamiento. No es el caso en Cataluña. Allí están abiertas las escuelas, los servicios públicos de transportes, el comercio y la hostelería con restricciones, hay colas para las rebajas y, salvo los confinamientos perimetrales, los ciudadanos pueden salir y entrar cuando quieran de sus casas cumpliendo las normas sanitarias y respetando el toque de queda. Se da la circunstancia de que los datos de este viernes son sustancialmente iguales a los que en octubre consideró el Gobierno catalán para convocar los comicios.

2) Las elecciones vascas y gallegas fueron convocadas y desconvocadas, y nuevamente convocadas, por presidentes autonómicos investidos y cuando las dos legislaturas habían expirado. No así en Cataluña, donde Pere Aragonés es un presidente interino, no investido, que debió convocar por mandato estatutario sin que la legislatura hubiese expirado. Lo haría en diciembre de este año.

3) Tanto en el País Vasco como en Galicia la decisión del aplazamiento del 5 de abril al 12 de julio se hizo por consenso de todas las fuerzas políticas, disponiendo ambas comunidades de leyes electorales propias. Ninguna de las dos circunstancias concurren en Cataluña: ni ley electoral propia ni consenso porque el PSC (ahora con 17 escaños) se ha opuesto a la nueva fecha.

4) La Organización Mundial de la Salud ha emitido un amplio documento de seis folios con 30 recomendaciones en el caso de que se convoquen elecciones en tiempos de pandemia y prescribe tres criterios: evaluación de la situación general, mitigación de riesgos y adecuada comunicación a los ciudadanos. Ni desaconseja, ni mucho menos prohíbe (no puede), procesos electorales. Ofrece un listado de medidas que cualquier país desarrollado puede implementar para asegurar la salud de los votantes y de los miembros de las mesas electorales. Con estas medidas es más seguro ir a votar que trasladarse cualquier día en el metro de Barcelona.

5) Portugal se ha confinado este viernes y el día 24 celebrará elecciones presidenciales. Los portugueses han tenido previsión: aumento del voto por correo y desplazamiento de las urnas a centros sanitarios y geriátricos. En noviembre se celebraron las elecciones presidenciales en Estados Unidos con una participación extraordinaria. También han celebrado elecciones municipales en Francia a doble vuelta (junio); en Italia, con referéndum constitucional (en septiembre); en estados federados en Alemania (agosto); en Israel (marzo); en Corea del Sur (abril); y en Montenegro (agosto), entre otras. Y Holanda confirmó este viernes que sus elecciones se celebrarán el próximo 17 de marzo. Según datos de International Democracy and Electoral Assitance (IDEA), han sido más los países que han celebrado los comicios cuando estaban previstos que los que los han aplazado.

El objetivo del aplazamiento de las elecciones catalanas no es otro que diluir el llamado «efecto Illa» que había relanzado las posibilidades del PSC; lo cual, le guste o no a las derechas de Ciudadanos y PP, y por supuesto disguste a los independentistas, era la opción menos mala de todas las posibles. Mil veces mejor un hombre templado y con sentido institucional como el actual ministro de Sanidad, haya sido mal o pésimo gestor de la pandemia, que un mandado de Junqueras o de Puigdemont. No es extraño que los socios de Sánchez –ERC y Comunes– le sigan chuleando porque él se lo ha buscado, pero llama la atención que la patriótica derecha española no sea capaz de un acto de cierto sentido estadista. Por lo demás, que Ciudadanos se descrisme en Cataluña es responsabilidad de sus dirigentes pero no del PSC.

Esta situación no se habría producido si Pedro Sánchez se hubiese comportado con sensatez y en vez de mantener a Illa en el ministerio lo hubiese sustituido para que la igualdad de oportunidades electorales hubiera resultado nítida. El presidente del Gobierno se ha pasado de listo: creyó que la viralización de la imagen del ministro y la buena acogida de su figura en Cataluña le aseguraban el mejor resultado de los posibles. Pues no. Y no será porque ERC y los demás independentistas no le hubieran avisado: ya consumaron otra cacicada de órdago, ahora impugnada ante el Constitucional, cuando en mayo pasado impidieron que Miquel Iceta accediese a la condición de senador autonómico, una decisión parlamentaria sin precedentes en la que participaron –también obtusamente– con su abstención tanto PP como Ciudadanos. Pero no vale todo en la contienda política, y mucho menos emplear estos ardides por más que los haya utilizado el que ahora los padece.

Se dirá –y será cierto– que Sánchez tiene lo que se merece: socios parásitos (ERC y Podemos) que se le han metido hasta la cocina de la Moncloa y unas derechas miopes a las que ha maltratado. Pero dicho esto, para Cataluña y para España era mejor, desde todos los puntos de vista, que Salvador Illa y el PSC hubiesen obtenido un buen resultado. Ahora, con el aplazamiento, el buen impacto de la candidatura del ministro se diluirá, tendrá que comparecer en el Congreso y se enfrentará a una fuerte erosión; además de permanecer al frente de un ministerio que, conforme al modelo escapista diseñado por Sánchez ante la segunda, tercera y, posiblemente, cuarta ola de la pandemia, le abrasará. Si la vacunación no le rescata.