SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 30/05/16
· El joven Sánchez afrontaba el fin de semana con una comparecencia en la reunión anual del Círculo de Economía en Sitges. El presidente del mismo, Antón Costas, quiso arrancar de su invitado una promesa de gobernabilidad, un suponer: permitir el gobierno de la fuerza más votada. Él no se comprometió a tanto e invirtió los términos del requerimiento más allá de lo que permiten las encuestas: «Si el PSOE es la primera fuerza política, en España habrá un Gobierno en una semana y no uno cualquiera, sino uno limpio, dialogante y social».
Y esto lo decía con Narcís Serra sentado en la primera fila, según las fotos que el propio PSC distribuyó. Serra, ex presidente de Caixa Catalunya, se encuentra investigado judicialmente por su gestión, 12.000 millones de euros de pérdidas para el Estado. Bueno, tal vez «limpio» y «social» no son los calificativos que mejor convienen a este hombre, pero dialogante no me digan que no es.
Pedro Sánchez no llegó a comprometerse con la idea de sus anfitriones, dejar gobernar a la lista más votada. Él soslayó con delicadeza una regla que le parece innecesaria, porque no habrá más repeticiones electorales. ¿Por qué? Porque él lo vale. Ha dejado claro que no va a gobernar «con los que no quieren el cambio», o sea, el PP, aunque hablar, va a hablar con todos. Menos da una piedra, pero si los empresarios tenían alguna esperanza de gran coalición, la han perdido este fin de semana. Hasta Meritxell Batet la descartaba radicalmente en la entrevista de ayer en EL MUNDO. Ella que la vivió en sus propias carnes, la instaló en su dormitorio y la mantuvo allí durante 11 años y un par de gemelas.
Albert Rivera combina aciertos básicos, ver el viaje a Venezuela, con algunos gestos petulantes, como empeñarse en señalar a los demás la obligatoriedad de las primarias, que en C’s se saltan cuando conviene, o negar a Mariano Rajoy como interlocutor. Rivera no es sospechoso de querer pactar con el populismo. Pedro Sánchez, que tampoco lo era en 2014, ha relajado la negativa hasta establecer diferencias entre Pablo Iglesias, un enemigo del cambio, que se ha negado a investirle sin contrapartidas de poder, e Íñigo Errejón, el niño de la beca, que en su opinión es otra cosa, a despecho del autodefinido que hace el mozo.
Las afirmaciones de Sánchez, chocan con las previsiones de las encuestas, que rebajan su propio mínimo histórico el 26-J. Todas, incluida la última de La Vanguardia atribuyen al PP la condición de lista más votada, auguran que Unidos Podemos y sus inflorescencias adelantan al PSOE en número de votos, aunque no en escaños, y Ciudadanos sigue cuarto con la posibilidad de un ligero aumento en número de diputados.
Si los arúspices aciertan, Sánchez no tendrá reposo la noche del 26-J. La pérdida de entre dos y seis escaños habrá puesto punto final a una aventura incierta, mal planteada y peor desarrollada. Lo mejor que podría pasarle al socialismo y a la sociedad española sería lo que debió afrontar después del fiasco zapaterista, hace cinco años: proceder a la refundación del partido.
Seguramente no va a pasar. Es más probable que el PSOE haga lo que debió hacer Pedro Sánchez visto lo que vio la noche del 20-D si hubiera sido algo más listo: anunciar su predisposición a permitir la investidura del candidato más votado, que gobernaría como rehén de la oposición. Un dato: con una mayoría absoluta de 186 escaños no hizo la reforma de la Justicia a la que se había comprometido, no adelgazó la administración y no derogó la Ley de Memoria Histórica. Vienen tiempos peores, ya verán.
SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 30/05/16