Agustín Valladolid-Vozpópuli
- ¿Madina, Lobato, García-Page? Da igual. O alguien se mueve para acabar con Sánchez o Sánchez acaba con el PSOE
Queridos amigos que militáis en el PSOE, empecemos por el final y así ganamos tiempo. Empecemos por el que debiera ser el final de una triste historia que comenzó en julio de 2014, cuando un tal Santos Cerdán le ordenó a un tal Koldo García que metiera en una urna dos papeletas sin que nadie le viera: Pedro Sánchez es un cadáver político. O acabáis con Pedro Sánchez o Pedro Sánchez acaba con el PSOE. Vosotros veréis. Pero sería conveniente que os pongáis cuanto antes manos a la obra.
A Pedro Sánchez nunca le ha importado demasiado el partido. Si acaso como plataforma necesaria para llegar al Gobierno. Este sí. Este, el gobierno, siempre le ha interesado, aunque gobernar, lo que se dice gobernar, hace tiempo que Sánchez dejó de hacerlo. Desde que en otro fatídico mes de julio, de 2023, Sánchez le entregó a Carles Puigdemont las riendas del país, lo que hace Sánchez no es gobernar. Podríamos denominarlo de otras muchas maneras, pero como ninguna es amable vamos a dejarlo aquí.
El jueves el presidente anunció que seguía, que España quiere “estabilidad y certidumbre”. Hay que tenerlos cuadrados. ¿Vive en otra dimensión? No. Simplemente está obligado a seguir, necesita el Gobierno como parapeto frente a jueces y prensa independiente. El poder, muy a su pesar, ha dejado de ser para él un objetivo para convertirse en un instrumento de autoprotección. Hasta el jueves, Begoña era su principal preocupación. Porque Begoña, Begoña Gómez, como Iñaki Urdangarin, siempre pensó que lo suyo era normal, que nada había de malo en aprovechar su posición de privilegio para prosperar.
La principal preocupación de Sánchez ya no es Begoña, sino Sánchez, porque alguien que no está en condiciones de garantizar a los ciudadanos que no va a ser objeto de una investigación penal no puede aspirar a renovar el cargo de presidente del Gobierno
Los tiempos judiciales de Begoña eran los que marcaban la agenda. La no descartable y muy ansiada exculpación de la segunda dama, y su posterior explotación política, habían sido designados objetivos de la máxima prioridad. Pero el jueves, cuando conocimos las 490 páginas del “Informe 96/2025” sobre “presuntas irregularidades en contratación pública”, entregado unos días antes al magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo Leopoldo Puente por los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil Q-14969-J y C-87609-B, en ese preciso momento, todo cambió.
Begoña dejó de ser la prioridad. Porque la prioridad de Sánchez ha pasado a ser Sánchez. El informe de la UCO es una pieza más. Voluminosa y detallada, pero solo una parte de la verdad. Hay más. Habrá más. Y, sobre todo, lo que desde el jueves maldito ha pasado a ser causa de máxima preocupación, si no lo era ya, es el presagio de que ya hemos entrado en esa fase crítica de toda investigación conocida como el “sálvese quien pueda”, en la que algunos protagonistas sufren un inesperado ataque de locuacidad.
Sean cuando sean las próximas elecciones, Sánchez no puede ser el candidato del PSOE por razones varias, pero sobre todo porque alguien que, ante la más mínima sospecha, no está en condiciones de garantizar a los ciudadanos que está completamente limpio, que no va a ser objeto de una investigación judicial de potenciales consecuencias penales, alguien en esa situación, no debe aspirar a renovar el cargo de presidente del Gobierno de España.
¿Por qué tenemos ahora que creer a Sánchez? ¿Por qué al campeón europeo de la patraña habríamos de concederle en esta circunstancia escandalosa el beneficio de la duda? ¿Por qué echó del Gobierno a Ábalos?; ¿solo por un quítame allá esas bragas o había algo más?
El jueves, en la sede de su partido en Ferraz, Pedro Sánchez dijo que nunca supo nada. Pero, querido militante socialista, ¿estamos seguros que Koldo García no tiene más grabaciones?; ¿tenemos la certeza de que, en el momento procesal oportuno y a la pregunta de un magistrado del Supremo sobre si el líder máximo estaba al corriente de algunas de las prácticas desveladas por la UCO, Santos Cerdán va a contestar siempre que no?
Un Sánchez más actoral que nunca, más cínico que nunca (reestructuración de la Comisión Ejecutiva Federal y auditoría externa de las cuentas: arreglao), nos dijo el jueves por la tarde, con cara de perro apaleado, que hasta esa mañana no sabía nada. Y con las mismas, unas horas después, se fue a estrechar la mano de un socialista congruente, Antonio Costa, hoy presidente del Consejo Europeo y que en 2024 dimitió como primer ministro de Portugal al entender que la mera sospecha (que luego se demostró infundada) de estar relacionado con un caso de corrupción era incompatible con la dignidad del cargo. Almas gemelas.
¿Por qué tenemos ahora que creer a Sánchez? ¿Por qué al campeón europeo de la patraña habríamos de concederle en esta circunstancia escandalosa el beneficio de la duda? ¿Cuál sería la razón de peso que nos lleve a pensar que este actor consumado, que este obseso del control y del poder absoluto que ha convertido al partido socialista en una máquina a su servicio, nada supo en once años de las prácticas corruptas de sus más estrechos colaboradores? ¿Por qué echó del Gobierno a Ábalos, solo por un quítame allá esas bragas o había algo más? ¿Por qué, querido militante socialista?
No han sido los pseudomedios, ni tampoco la fachosfera. Ha sido la Guardia Civil la que ha resignificado el bulo y desmontado la fantasía. Así que o acabáis con Sánchez o Sánchez acaba con el PSOE. O con lo que quede. Ya estáis tardando
Hagamos otro ejercicio. Creámosle. ¿Ninguna responsabilidad in eligendo? ¿Ninguna in vigilando? Si el de Antonio Costa no nos sirve, por excesivamente elevado, ¿hasta dónde es democráticamente saludable rebajar el listón de la tolerancia en casos de incoherencia, ineptitud e ignorancia negligente? ¿Pelillos a la mar? Total, qué más da. Si acaso, un poco más de daño reputacional y de desafección social. Nada que no compense la permanencia en el poder del presidente y del gobierno más progresistas de la historia. ¿Verdad Yolanda Díaz? ¿Verdad Aitor Esteban?
Y, sin embargo, en clave crédito-país el daño es tremendo. La continuidad de Sánchez es una traición a los valores que han de presidir las pautas de conducta en una democracia plena e implica la negación de los principios del socialismo democrático que contribuyó a estabilizar y consolidar las libertades en la España post franquista. Da igual cómo se llame: Eduardo Madina, Juan Lobato, Emiliano García-Page, Javier Lambán, Ignacio Urquizu o, incluso, Adrián Barbón. O todos ellos a la vez. Pero alguien tiene que dar un paso al frente. Alguien tiene que movilizar a todos aquellos socialistas indignados cuyos sueldos no dependen de Pedro Sánchez. Alguien tiene que poner pie en pared ante tanta indecencia.
No, queridos amigos socialistas. No vengáis ahora con que no estabais avisados. Puedo entender, y compartir, vuestra preocupación por el auge de la ultraderecha, al que vuestro Pedro no ha dejado en estos años de contribuir. También que en demasiadas ocasiones hayáis sucumbido a la maquinaria propagandística de Moncloa y a la muy eficaz campaña que transformaba en fango y bulos toda verdad incómoda. Pero hasta aquí debiéramos, debierais, llegar. No han sido esos que Sánchez llama los tabloides digitales, ni los pseudomedios, ni la fachosfera. Ha sido la Guardia Civil la que ha resignificado el bulo y desmontado la fantasía. Así que o acabáis con Sánchez o Sánchez acaba con el PSOE. O con lo que quede.
Ya estáis tardando.