ABC 04/11/16
LUIS VENTOSO
· Un Gobierno sin estridencias, acaso más contemporáneo
EL enésimo parto de los montes se ha quedado en lo que podría definirse como «un Rajoy». Es decir, algo normal, sin estridencias, acaso más contemporáneo que lo que había.
Toda vez que la originalidad y los grandes chutes de adrenalina ya nos los aportan Rufián, Espinar, Pablo Manuel, Puigdemont o doña Manuela, casi reconforta el sereno aburrimiento de ver equipos formados por burgueses empollones de cabeza despejada, con una concepción ordenada de la vida, que los llevó a enclaustrarse a opositar en la veintena. De los seis nuevos, cuatro son funcionarios, como el propio Rajoy. Es el perfil en que confía. Lo cual es bueno (conocen bien la Administración y no rompen los jarrones) y malo (suelen resultar poco creativos y más bien alérgicos al soplo vivificador de la libre iniciativa privada).
Las salidas son lógicas. Se marchan tres personajes de perfiles carpetovetónicos, que en realidad compartían con el propio Rajoy un cierto aire de extras de «Cuéntame». Margallo, gran sabio, habría estado en su salsa como adelantado en alguna de nuestras Indias del XVI. Para la era digital lo atenazaba una cierta dispersión decimonónica. Pertenecía además a la estirpe de los originales. Era incapaz de no regalarse a sí mismo una frase redonda y a fuerza de perseverar acabó creando todo un género: «las margalladas». Para el atildado señor de Defensa sirva el soneto cervantino: «Fuese y no hubo nada», ni siquiera parecía tener mayor interés por continuar. Jorge Fernández, hombre de buena voluntad, hace tiempo que parecía atrapado en una del Inspector Clouseau. Urge además orear ciertos submundos policiales.
El nuevo portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo, goza de la afabilidad del gentleman, con un tono natural cordial, personalidad y sentido del humor (algo que falta en la funeraria y agria política española). La clave será que anote la máxima que descuidó su predecesora: si tú te callas y no sales constantemente a defender tus ideas, las que cuajan son las de tus adversarios, que sí hablan (esto es vital en el debate catalán). A la todavía vicepresidenta su jefe le ha bajado elegantemente el volumen. Atiende así tal vez a una queja de aquel clan de ministros rajoyistas que se dio en llamar el G-5, quienes susurraban en el oído mariano sobre el perfil átono de la portavocía y sobre una estrategia mediática que devino en el insólito flagelo televisivo al PP. Pero Rajoy se ha cuidado de mantenerla, porque sus capacidades técnicas son irrefutables. El tiempo dirá si ha pasado o no el tren de la sucesión para quien tal vez empezó a cavilar en ella con cierta premura.
Cospedal es eso que los ingleses llaman «un par de manos seguras» y va a un ministerio idóneo para una persona de orden. Sería saludable que ella y la vice se animasen a dirigirse la palabra, aunque sea para hablar de la cobra de Chenoa, toda vez que van a compartir Consejo de Ministros. Por último, no se entiende que vayamos a tener tres ministros de Economía y en cambio siga sin dotarse a España de un potente Ministerio de Cultura, siendo un país aquejado por un problema de separatismo y que posee el idioma español, nuestro petróleo.