DAVID GISTAU – ABC – 07/06/16
· Los excesos sentimentales de Podemos me parecen la confirmación de que es una secta juvenil de escapados de casa.
Que no sea la excelencia, sino la normalidad, el concepto vertebral de una campaña ha de suponer un alivio inmenso para un candidato. Pienso en Rajoy, atónito, cuando sus asesores le dicen que respire. Que esto ya no va de fingir haber leído a Ignatieff. Que lo del «Marca» de repente se ha convertido en una virtud atractiva para tantos españoles a los que abruma ver a su alrededor demasiada prédica de la altanera política experimental con gafitas gramscianas.
Esto va en gran medida de encontrarse un personaje propio. El PSOE se desintegra porque su ambigüedad le impidió cuajar como personaje en una época que pide arquetipos sólidos: cedió a Podemos el dinamismo revolucionario, cedió al PP la convicción resistente del constitucionalismo, se diluyó como personaje pendular entre ambos. Consagrado de nuevo, para nuestra desgracia, el antagonismo primario de dos Españas, al PSOE le ocurrió lo mismo que en aquella escena de «Star Wars» donde las dos paredes de una enorme trituradora de chatarra se van cerrando hasta aplastar cuanto se haya quedado en medio (¿en el medio suarista?). La democracia era como el squash: ganaba quien ocupaba el centro. En la actual mezcolanza de exaltación y fatiga, de dispersión a las vehemencias militantes, ya no está claro.
El personaje que busca Rajoy es un antipersonaje. Rajoy pretende ser el hombre que perdona en su regreso al Régimen a los hijos pródigos que se descarriaron. Pretende ser la primera persona en la que pensamos cuando, por haber seguido a las malas compañías, necesitamos que alguien nos saque de comisaría. Alguien más tedioso, sí, pero un restaurador de normalidad para cuando la apetencia aventurera se consumió. El triunfo de Rajoy como candidato es convertir la mediocridad en la única solución para un país que ha de temer la aventura. Convertir la normalidad en un dulce aburrimiento amenazado.
No será suficiente, más allá de que Rivera logre o no romper como tercer personaje la adjudicación de papeles gruesos en la que Rajoy e Iglesias están de acuerdo. No diré que al personaje electoral de Rajoy le faltan relato y chispazo emocional, porque opino que la gente con dos dedos de frente no vota en función de esas cosas: por eso los excesos sentimentales de Podemos, su corazón a lo Ágatha donde antes había una guillotina, me parecen la confirmación de que es una secta juvenil de escapados de casa donde el discurso transversal esconde a Charles Manson.
El inconveniente de Rajoy, corrupción y deserciones de los principios aparte, es que no va a encontrar en la clase media española a un solo joven que lo vea como una respuesta carismática al carisma de extramuros. Y, sobre todo, que la sociedad española a la que se ofrece como restaurador de la normalidad todavía no está de vuelta, aún quiere entregarse a la aventura, o por venganza, o por pertenecer a «lo que mola». Para recibir una llamada pidiendo auxilio desde comisaría, Rajoy aún debe esperar a que España termine en comisaría. Se andará.
DAVID GISTAU – ABC – 07/06/16