EL MUNDO 22/04/14
ARCADI ESPADA
La película española más vista de la historia es Ocho apellidos vascos. Una comedia divertida, emotiva y ligera, cuyo recorrido por los tópicos no la deja siempre indemne, con chistes buenos y peores, perfectamente inspirada en Bienvenue chez les Ch’tis, una célebre película francesa de tema similar aunque algo más sofisticada argumentalmente. A diferencia de la francesa la comedia española debe lidiar con dos espinosos problemas: la violencia y el separatismo. Las sonrisas y hasta las carcajadas del espectador conviven, así, con una retaguardia en estado de alerta: pero se producen, y francas, lo que es un mérito del género y de su director Emilio Martínez-Lázaro. Como suele suceder con las victorias de la Roja y las visitas del Papa de Roma las metáforas políticas se han abalanzado en busca de carnaza. La película ha sido interpretada como la definitiva entrada en la normalidad del País Vasco. Le basque qui rit! Y el gran interés de los espectadores por estos amores posibles entre un andaluz y una vasca ha sido interpretado como la prueba sentimental de que una gran mayoría de ciudadanos quiere acabar de una vez por todas con el enfrentamiento. Obviamente a cualquier español le pasan por la cabeza estas cosas, o similares, mientras discurre la película. Y es difícil no sentir una rara melancolía política ante el triunfo del amor y cavilar, incluso, sobre esta grandeza de los Estados plurales, opuesta a la letal simpleza segregacionista del nacionalismo, donde conviven gentes, climas y paisajes distintos, nortes y sures nítidamente marcados.
Sin embargo las metáforas políticas son abusivas y un exponente oblicuo de la tristeza en que está sumido el propio concepto de ciudadanía española, que a cualquier clavo ardiente se agarra. Al fin y al cabo Ocho apellidos vascos está basada en una retórica vieja y eficaz, cual es el contraste humorístico entre las gentes del Norte drástico y oscuro y las del sinuoso e iluminado Sur. Es verdad que ha interesado a muchas personas, seis millones y medio hasta ahora. Pero es que Bienvenidos al Norte, que es como se tradujo su antecedente francesa, llegó a interesar a veinte millones, sin que hubiera de por medio la menor aspiración a refundar la patria gala. Por lo demás, la única metáfora solvente de nuestra comedia es de estricto carácter galante: el amor todo lo puede, incluso contra el parecer de los señores del nacionalismo, los verdaderos capuletos y montescos de nuestro tiempo.